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domingo, 28 de junio de 2020

Domingo del seguimiento radical e identificación

Mirando más allá de la superficie
                                                                                                                           Foto:IBPM

¡Paz y bien!
Hoy domingo es el día del Señor. Somos invitados para alimentarnos con la palabra de Dios y el pan Eucarístico.

Jesús nos propone seguirle con todo nuestro compromiso y además identificarnos con él. En efecto, nos dice: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”.

Son palabras muy claras que denotan lo radical y primordial del amor de Dios y la búsqueda del bien de las almas. Esta invitación a la renuncia no significa rechazar lo bueno, no; sino de introducirlo en algo mayor, grande para todos. Por ejemplo, cuando alguien antepone lo suyo y cierra los bienes a los demás.

Este pasaje del evangelio es peculiar (Mt 10, 37-42). Se ubica en san Mateo quién recoge cinco discursos haciendo referencia a los cinco libros sagrados del Antiguo testamento, pero que esta vez se cumple en Cristo.

Este pasaje contiene las instrucciones que el Señor brinda a sus discípulos, es decir, a ti y a mí. Pues desde el bautismo somos revestidos o mejor identificados con Cristo.

Entonces todo bautizado es un profeta, o más todavía, un apóstol. Esto quiere decir que somos testigos de alguien. Lógicamente el cristiano se identifica con Jesús especialmente cuando ese mensaje está en contraste con las ideas y actitudes del tiempo, lugar o donde lleva la corriente.

¿Cómo te identificas con Cristo?
Cuando tienes responsabilidad familiar, laboral, apostólico, de gobierno y buscas el bien común. Cuando denuncias las injusticias y eres perseguido. Cuando buscas ser coherente y te excluyen del trabajo, proyecto, la amistad. Cuando quieres ser caritativo y no te entienden, ponen obstáculos, se oponen. Cuando hablan mal de tu persona por envidia o celos. Cuando haces algo bueno desinteresadamente y con todo el corazón y no recibe agradecimiento.

¿Qué se espera de tu parte?
Al menos dos puntos. Por un lado, reconoce la presencia del Señor. Es la hora de la cruz. No estás solo. El Señor te acompaña. Es el momento del testimonio, de la rectitud de intención y la generosidad. Y recuerda todo lo que hagas por amor a Dios y a los demás tendrá su recompensa. Como decía madre Teresa de Calcuta: “Has el bien hasta que duela”. Por otro, agradece, pues es un momento de gracia especial y Dios te bendice.

Hoy es una ocasión para que goces la misa con intensidad de fe. Buen domingo a todos.

P. Arnaldo Alvarado

miércoles, 24 de junio de 2020

No solo palabras


Ponle un filtro a tus palabras y gestos – www.mariapaulavelez.com

“No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mt 7, 21-29).


El cristianismo se caracteriza por ser la religión de la libertad. Se adhiere a la fe por una respuesta personal a un Dios que busca, salva e interpela un diálogo. En ese sentido cuenta la oración, la palabra y las buenas obras.

Es verdad que Dios es bueno por excelencia y no quiere nada malo para nosotros. Pero sí puede permitir, respetando nuestra libertad, el mal; porque nosotros mismos lo buscamos o porque pertenece a la naturaleza finita de las cosas.

De allí que, para crecer en amor a Dios, salir de una dificultad, mejorar en hábitos, superar defectos, vicios, dependencias hace falta pedirle Dios que nos libere pero también cuenta nuestro actuar y firme compromiso.

¿Cómo proponernos a seguir la voluntad de Dios? Aquí algunas recomendaciones:
·       Has lo que debes y está en lo que haces. Nadie puede hacer las cosas buenas por ti. Sólo tú te haces bueno con la ayuda de otros lógicamente.
·    Usa los medios humanos como si no existieran los divinos. Dios cuenta todo lo que hagas, porque es el primero en confiar en ti.
·  Acude a los medios divinos como si no existieran los humanos. Tu oración, fe, confianza en el Señor tiene que ser decisiva. La fe mueve montañas.

¿Sabe que tu libertad se fortalece, ensanchada con la fuerza de la fe? Tu correspondencia y buenas acciones cuenta para crecer como persona, cristiano y para la santidad.


P. Arnaldo Alvarado
24 junio 2020

domingo, 21 de junio de 2020

Reflexiones sobre el domingo: no tengan miedo


Reflexiones del Papa Francisco sobre el evangelio del domingo

No tengan miedo. - Sunday Social
Foto: Sunday social

El Papa Francisco se ha asomado hoy – XII Domingo del Tiempo Ordinario – desde el Balcón del Palacio Apostólico para rezar junto a los fieles presentes en la Plaza y también con quienes siguen la transmisión desde casa, el rezo mariano del Ángelus. Pero antes de la oración, ha comentado el Evangelio del día en el que el Apóstol Mateo recoge la invitación que Jesús dirige a sus discípulos a no tener miedo, a ser fuertes y confiados ante los desafíos de la vida, advirtiéndoles de las adversidades que les esperan: “El pasaje de hoy forma parte del discurso misionero con el que el Maestro prepara a los Apóstoles para la primera experiencia de proclamar el Reino de Dios, ha explicado el Papa, asegurando que "el miedo es uno de los enemigos más feos de nuestra vida cristiana y Jesús exhorta no tener miedo". Después, Francisco ha descrito las tres situaciones concretas a las que se enfrentarán.

Primera situación: los que quieren silenciar la Palabra de Dios

La primera situación a la que se enfrentaron los Apóstoles y de la que advierte el Papa es “la hostilidad de los que quieren silenciar la Palabra de Dios, edulcorándola o silenciando a los que la anuncian” y explica que en este caso, “Jesús anima a los Apóstoles a difundir el mensaje de salvación que les ha confiado”; mensaje – dice el Papa – que hasta el momento Él lo había transmitido “con cautela, casi en secreto”.

Segunda situación: amenaza física, persecución directa incluso hasta el punto de que los maten

La segunda dificultad con la que se encontrarán los misioneros de Cristo es “la amenaza física en su contra, o sea, la persecución directa de su pueblo, incluso hasta el punto de que los maten” señala Francisco y exclama: ¡Cuántos cristianos son perseguidos aún hoy en día en todo el mundo! Si sufren por el Evangelio y con amor, son los mártires de nuestro día”.

Además, el Papa recuerda que a estos discípulos de ayer y de hoy que sufren persecución, Jesús les recomienda: «no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma». Es aquí que el Papa reflexiona sobre esto, explicando que no hay que temer a los que intentan extinguir el poder de la evangelización mediante la arrogancia y la violencia, pues no pueden hacer nada contra el alma, es decir, contra la comunión con Dios: “nadie puede quitársela a los discípulos, porque es un regalo de Dios. El único temor que debe tener el discípulo es el de perder este don divino, renunciando a vivir según el Evangelio y procurándose así la muerte moral, efecto del pecado”.

Tercera situación: sentirse abandonado por Dios

Por último, el Santo Padre cita el tercer desafío al que los Apóstoles se enfrentaron: “el sentimiento de que el mismo Dios los ha abandonado, permaneciendo distante y en silencio”. Francisco asegura que Jesús, también en este caso, “nos exhorta a no tener miedo, porque, aunque pasemos por estos y otros escollos, la vida de los discípulos está firmemente en manos de Dios, que nos ama y nos cuida”. De hecho – dice – “no es una simple exhortación a recuperar la fuerza y el coraje ante las tribulaciones y los peligros. No. Es una certeza precisa que el Señor nos invita a renovar nuestro viaje cada día y en todo momento”. Es por ello que concluye con su invocación a María Santísima para que nos ayude “a no ceder nunca al desánimo, sino a confiarnos siempre a Él y a su gracia, más poderosa que el mal”.

P. Arnaldo Alvarado

viernes, 19 de junio de 2020

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús


CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA AL CORAZÓN DE JESÚS

CONSAGRACIÓN 2019 - Círculo Pío IX | ¡Por un Ecuador Católico!
Foto: Círculo Beato Pío IX

Puestos de pie puedes empezar solo o con quienes tengas al lado con mucha fe: 

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.
Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes,
y participa de nuestras alegrías y angustias,
de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.
Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día
y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro
hogar y en nuestras comunidades. Queremos ser instrumentos de paz y de vida.
Que nuestro amor a tu Corazón compense, de alguna manera,
la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor
de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.
Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada. Amén.

A continuación, se ora el PADRE NUESTRO
Siguiendo la enseñanza de Jesús, manso y humilde de corazón, acudamos con confianza
a nuestro Padre, diciendo:
Todos
Padre nuestro...

COMUNIÓN ESPIRITUAL
A continuación, se manifiesta el deseo de recibir a Jesús en la Eucaristía de modo espiritual
Creo, Jesús mío,
que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido,
te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.
Amén.

ACCIÓN DE GRACIAS
Después se recita o se entona un cántico de acción de gracias
Hoy, Señor, te damos gracias, / por la vida, la tierra y el sol.
Hoy, Señor, queremos cantar / las grandezas de tu amor.
Gracias, Padre, mi vida es tu vida, / tus manos amasan mi barro,
mi alma es tu aliento divino, / tu sonrisa en mis ojos está.
Gracias, Padre, Tú guías mis pasos, / Tú eres la luz y el camino,
conduces a ti mi destino / como llevas los ríos al mar.
Gracias, Padre, me hiciste a tu imagen, / y quieres que siga tu ejemplo
brindando mi amor al hermano, / construyendo un mundo de paz.

INVOCACIÓN A LA VIRGEN MARÍA
Todos
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no desprecies las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien líbranos siempre de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén

miércoles, 17 de junio de 2020

La oración sincera


www.rezaconnosotros.org | Imagenes de velas encendidas, Luz en la ...
“Cuando recen no usen muchas palabras…su Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan” (Mt 6, 7-15).


¿Cómo orar? Ubicarte en la presencia de Dios. Tienes que saber que estás ante una persona que ha sido primero quien te invitó al diálogo. Orar significa responder a una cita. De allí la importancia del silencio, el recogimiento interior. Cuando hay ruido e incomodidades interiores no se puede escuchar.

¿Cuál es el clima de la oración? Es un encuentro de confianza. Se está ante alguien que conoce el presente, el pasado y el futuro. Precisamente la libertad consiste en darse a conocer, dejarse amar y corresponder amando. Allí se forja todo. Se va abatido y se sale reconfortado, pero la oración no sólo es sentimiento sino especialmente acto de querer. La oración es el insumo de la esperanza y de los buenos propósitos.  

¿Algunas recomendaciones para la oración? Sí, aquí algunas:

·       Establece un tiempo fijo. Si bien es cierto se puede orar siempre y en todas partes es bueno que tengas ubicado un tiempo y lugar habitualmente.
·       Prepárate. Nadie va a una reunión sin llevar algo para el diálogo. A la oración es bueno llevar: las actividades de cada día, las alegrías, metas, los hijos, alumnos, familia, amigos, penas, dificultades, ganas de evangelizar, proyectos.
·       Ayúdate. Puedes tener una libreta a mano, un texto que te ayude a establecer el diálogo, una Biblia o texto litúrgico ayuda muchísimo.
·       Desconéctate. Recuerda que estás con la Persona más importante. Desconéctate por un momento, busca el silencio interior incluso en la calle cuando eso ocurra y escucha.
·       Proyéctate. Sigue lo que Dios te propone en la oración. Siempre recibirás alguna exigencia amorosa, toma decisiones inmediatas.
·       Persevera. Esto es lo más difícil. Busca al menos 2 minutos diarios para encontrarte con quien te ama incondicionalmente.

¿Te propones a colocar en tu agenda diaria un rato de oración y ayudas a otros también a sentirse amados, escuchados y revitalizados?


P. Arnaldo Alvarado
17 junio 2020

domingo, 14 de junio de 2020

Homilía del Papa Francisco en la fiesta del Corpus Christi


El Corpus Christi en el Magisterio de los Papas: un camino de ...
Foto: Vatican news

«Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer» (Dt 8,2). Recuerda: la Palabra de Dios comienza hoy con esa invitación de Moisés. Un poco más adelante, Moisés insiste: “No te olvides del Señor, tu Dios” (cf. v. 14).

La Sagrada Escritura se nos dio para evitar que nos olvidemos de Dios. ¡Qué importante es acordarnos de esto cuando rezamos! Como nos enseña un salmo, que dice: «Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos» (77,12).

Es fundamental recordar el bien recibido: si no hacemos memoria de él nos convertimos en extraños a nosotros mismos, en “transeúntes” de la existencia. Sin memoria nos desarraigamos del terreno que nos sustenta y nos dejamos llevar como hojas por el viento. En cambio, hacer memoria es anudarse con lazos más fuertes, es sentirse parte de una historia, es respirar con un pueblo.

La memoria no es algo privado, sino el camino que nos une a Dios y a los demás. Por eso, en la Biblia el recuerdo del Señor se transmite de generación en generación, hay que contarlo de padres a hijos, como dice un hermoso pasaje: «Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué son esos mandatos […] que os mandó el Señor, nuestro Dios?”, responderás a tu hijo: “Éramos esclavos […] y el Señor hizo signos y prodigios grandes […] ante nuestros ojos» (Dt 6,20-22).

Pero hay un problema, ¿qué pasa si la cadena de transmisión de los recuerdos se interrumpe? Y luego, ¿cómo se puede recordar aquello que sólo se ha oído decir, sin haberlo experimentado? Dios sabe lo difícil que es, sabe lo frágil que es nuestra memoria, y por eso hizo algo inaudito por nosotros: nos dejó un memorial.

No nos dejó sólo palabras, porque es fácil olvidar lo que se escucha. No nos dejó sólo la Escritura, porque es fácil olvidar lo que se lee. No nos dejó sólo símbolos, porque también se puede olvidar lo que se ve. Nos dio, en cambio, un Alimento, pues es difícil olvidar un sabor. Nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y verdadero, con todo el sabor de su amor. Cuando lo recibimos podemos decir: “¡Es el Señor, se acuerda de mí!”.

Es por eso que Jesús nos pidió: «Haced esto en memoria mía» (1 Co 11,24). Haced: la Eucaristía no es un simple recuerdo, sino un hecho; es la Pascua del Señor que se renueva por nosotros. En la Misa, la muerte y la resurrección de Jesús están frente a nosotros. Haced esto en memoria mía: reuníos y como comunidad, como pueblo, celebrad la Eucaristía para que os acordéis de mí. No podemos prescindir de ella, es el memorial de Dios. Y sana nuestra memoria herida.

Ante todo, cura nuestra memoria huérfana. Muchos tienen la memoria herida por la falta de afecto y las amargas decepciones recibidas de quien habría tenido que dar amor pero que, en cambio, dejó desolado el corazón. Nos gustaría volver atrás y cambiar el pasado, pero no se puede.

Sin embargo, Dios puede curar estas heridas, infundiendo en nuestra memoria un amor más grande: el suyo. La Eucaristía nos trae el amor fiel del Padre, que cura nuestra orfandad. Nos da el amor de Jesús, que transformó una tumba de punto de llegada en punto de partida, y que de la misma manera puede cambiar nuestras vidas. Nos comunica el amor del Espíritu Santo, que consuela, porque nunca deja solo a nadie, y cura las heridas.

Con la Eucaristía el Señor también sana nuestra memoria negativa, que siempre hace aflorar las cosas que están mal y nos deja con la triste idea de que no servimos para nada, que sólo cometemos errores, que estamos “equivocados”. Jesús viene a decirnos que no es así. Él está feliz de tener intimidad con nosotros y cada vez que lo recibimos nos recuerda que somos valiosos: somos los invitados que Él espera a su banquete, los comensales que ansía.

Y no sólo porque es generoso, sino porque está realmente enamorado de nosotros: ve y ama lo hermoso y lo bueno que somos. El Señor sabe que el mal y los pecados no son nuestra identidad; son enfermedades, infecciones. Y viene a curarlas con la Eucaristía, que contiene los anticuerpos para nuestra memoria enferma de negatividad.

Con Jesús podemos inmunizarnos de la tristeza. Ante nuestros ojos siempre estarán nuestras caídas y dificultades, los problemas en casa y en el trabajo, los sueños incumplidos. Pero su peso no nos podrá aplastar porque en lo más profundo está Jesús, que nos alienta con su amor. Esta es la fuerza de la Eucaristía, que nos transforma en portadores de Dios: portadores de alegría y no de negatividad.

Podemos preguntarnos: Y nosotros, que vamos a Misa, ¿qué llevamos al mundo? ¿Nuestra tristeza, nuestra amargura o la alegría del Señor? ¿Recibimos la Comunión y luego seguimos quejándonos, criticando y compadeciéndonos a nosotros mismos? Pero esto no mejora las cosas para nada, mientras que la alegría del Señor cambia la vida.

Además, la Eucaristía sana nuestra memoria cerrada. Las heridas que llevamos dentro no sólo nos crean problemas a nosotros mismos, sino también a los demás. Nos vuelven temerosos y suspicaces; cerrados al principio, pero a la larga cínicos e indiferentes. Nos llevan a reaccionar ante los demás con antipatía y arrogancia, con la ilusión de creer que de este modo podemos controlar las situaciones.

Pero es un engaño, pues sólo el amor cura el miedo de raíz y nos libera de las obstinaciones que aprisionan. Esto hace Jesús, que viene a nuestro encuentro con dulzura, en la asombrosa fragilidad de una Hostia. Esto hace Jesús, que es Pan partido para romper las corazas de nuestro egoísmo. Esto hace Jesús, que se da a sí mismo para indicarnos que sólo abriéndonos nos liberamos de los bloqueos interiores, de la parálisis del corazón.

El Señor, que se nos ofrece en la sencillez del pan, nos invita también a no malgastar nuestras vidas buscando mil cosas inútiles que crean dependencia y dejan vacío nuestro interior. La Eucaristía quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir. Nos levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente bocas que alimentar, sino también sus manos para alimentar a nuestro prójimo.

Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca nuestro!

Queridos hermanos y hermanas: Sigamos celebrando el Memorial que sana nuestra memoria, la Misa. Es el tesoro al que hay dar prioridad en la Iglesia y en la vida. Y, al mismo tiempo, redescubramos la adoración, que continúa en nosotros la acción de la Misa. Nos hace bien, nos sana dentro. Especialmente ahora, que realmente lo necesitamos.



sábado, 13 de junio de 2020

La vuelta a los medievales pasando por la modernidad


LIBRO DEL ARBOL DEL CONOCIMIENTO - portafolio.EMontealegre
Foto: Google Sites 
La palabra medieval no siempre es bien aceptada. Ahora quisiera ofrecer una pincelada al aporte filosófico del maestro dominico Tomás de Aquino (1224/5-1274). Su pensamiento se enmarca en la línea de pensamiento del realismo y constituye una luz para el análisis de qué le pasa al hombre y cómo entenderlo.
Para un espectador foráneo, que hace una mirada panorámica a la obra y temas del Aquinate, es sumamente sugerente el itinerario que emprende Tomás de Aquino en el planteamiento de las cuestiones referidas al hombre en el ser y obrar.
El Aquinate resuelve primero problemas ontológicos del hombre antes de afrontar cuestiones estrictamente humanas y, por consiguiente, morales también. Por ejemplo, véase el tratado sobre el hombre en la Summa theologiae, qq.75-102.
Tomás de Aquino realiza una síntesis original filosófica. Sus aportes en temas humanísticos conservan el frescor de quien ofrece una mirada profunda a la realidad del hombre y su obrar.
Esto permite entablar un diálogo con las diversas disciplinas científicas que estudian al ser humano. En lo que se refiere a los presupuestos ontológicos y antropológicos Tomás de Aquino tiene como fuente primaria los aportes de Platón y Aristóteles. Además la luz de la fe da un brillo mayor todavía.
Tomas asume todo lo valioso de sus predecesores. Cuando de la verdad se trata no hay qué temer. Así, precisamente Platón sería el representante del dualismo y Aristóteles de la unidad dual. El planteamiento de Tomás de Aquino se sitúa en la línea aristotélica, es decir, la unidad dual.
¿Cómo entender el obrar humano? De allí que para el estatuto de una ética de la virtud es necesario considerar la constitución profunda del ser humano. El peligro en no afrontar esa realidad es quedarse en la periferia u ocuparse sobremanera en lo accidental; puesto que, de las realidades del universo el hombre ocupa un lugar central relativo y requiere considerar los aspectos fundantes del ser humano.
El olvido de esta dimensión tiene como consecuencia inmediata, para la toma de decisiones, o la “divinización” o la “minusvaloración” de lo que realmente es el hombre y la posibilidad de adquirir hábitos buenos.
El hombre es unidad de cuerpo y alma. Hay que insistir en esto que ha sido tirado por tierra desde la modernidad. Considerar la constitución hilemórfica (materia y forma / cuerpo y alma) del hombre es una cuestión clave para diversos planteamientos éticos en aras de fortalecer la configuración virtuosa del hombre y la vida feliz, puesto que la virtud es un hábito, cualidad buena, desarrollo, expresión máxima del ser humano.
Con los buenos hábitos el ser humano alcanza su plenitud incluso dentro de la fragilidad y finitud que le caracteriza, puesto que le hace ser más realista y necesitado del buen obrar. Desde una perspectiva pedagógica denominaríamos a este perfil como enfoque por competencia, puesto que pone en marcha y articula diversos elementos para solucionar un problema. En este caso el problema de la unidad de sí mismo.
Las ciencias que potencian las habilidades humanas, como pueden ser especialmente las psicológicas y afines junto con la educación, pueden ser enriquecidas en sus objetivos por la consideración hilemórfica. Puede que se presenten recelos al asumir esa actitud abierta, pero deben superarse en aras del rigor científico.
Así podría lograrse una integración y conducir al estado de virtud antes que una mera técnica o habilidad exterior válidas para algunas circunstancias. Se trata de buscar un mutuo desarrollo entre el ser y el obrar, es decir, lograr una armonía profunda y estable que cada vez se hace más arraigado y por su puesto como disposición (hábito) para obrar bien.
La visión únicamente científica y técnica sobre el hombre implica ya de por sí deterioro personal, puesto que el gran ausente es el hombre mismo; ya los filósofos alemanes del siglo XX como Heidegger y Gadamer advirtieron sobre esto. 
En este sentido es fácil constatar el afán prometeico de las herramientas tecnológicas y técnicas humanas para generar cambio personal y por tanto cultural. La tecnología en sus diversos aspectos tiene un carácter instrumental para el hombre. No obstante, las conquistas de la inteligencia humana son algo fascinante, pero conviene no postergar el crecimiento en las virtudes o hábitos buenos, que es lo que realmente nos perfecciona intrínsecamente. 
Con frecuencia observamos la devaluación de la capacidad cognoscitiva, y por consiguiente también de la capacidad volitiva del hombre. Estas dos facultades inmateriales o espirituales permiten alzar el vuelo hacia la trascendencia de yo en búsqueda del tú incluso hacia el infinito.
Entonces estas líneas de fuerza que opacan la condición humana más profunda en el conocer u obrar vendrían por la ausencia de asumir con rigor la inmanencia y trascendencia del hombre. En realidad, el hombre es el único que tiene la posibilidad de que su interioridad pueda hacerse más madura con las ideas, pensamientos, recuerdos, afectos e historia vivida.
En las circunstancias actuales hay como dos contextos donde se eclipsa lo más elemental del ser humano: por un lado, en el plano filosófico por la posmodernidad, la deconstrucción y la hermenéutica; y, por otro lado, desde el quehacer científico, en particular desde el tecnooptimismo, mediante el afán de superar cualitativamente, o en el peor de los casos sustituir, la inteligencia humana, decisiones y el dominio de sus actos por el desarrollo de la inteligencia artificial, la biotecnología, los Big Data, la robótica.
También está aquí todo el campo neurocientífico naturalista que una mirada más integrada del hombre haría mucho bien al mismo hombre. El problema está en el enfoque reducido y parcial que excluye la posibilidad de diálogo e integración que reclama la naturaleza humana. ¿Aún podemos seguir hablando de los medievales?
Por: Arnaldo Alvarado
arnaldo.alvar@gmail.com


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