Foto: Crossroads iniciative
En
aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una
mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten
compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»
Una
vez más estamos sorprendidos por la lógica de Dios. Jesús es el rosto del Dios
vivo en quién creemos. Según el relato de Mateo (15,21-28) el Señor pasa por
Tiro y Sidón, ciudades extranjeras, es decir, fuera del territorio de Israel.
Actualmente están ubicadas en el país del Líbano.
Veamos
en dos perspectivas.
Primero
Jesús tiene clara su misión. Ha venido a liberar al hombre y la mujer de todo
tipo de esclavitud. En este caso recibe la petición de una mujer. “Él no
respondió nada”. Espera el paso más grande que podemos dar: la fe y la
perseverancia. En efecto, hay momentos en la vida que nos toca vivir pruebas de
fe. Son experiencias donde parece que sentimos que Dios no nos hace caso, se
olvida de nuestra realidad. Pero no es así. Él espera el paso grande de nuestra
confianza. Éste es la maravilla de la fe cristiana: Dios espera nuestra
colaboración, que hagamos lo que podamos de nuestra parte. Un detalle: no se
aleja de nosotros. Está allí, se compadece; esto es, aunque nos parezca ausencia,
pero se hace parte de nuestra situación.
Por
otro lado, la mujer cananea no deja de insistir y cada vez lo hace más y
aumenta su fe. Hace dos cosas: pone todo aquello que está a su alcance y confía
en el Señor Jesús. Así tiene que ser nuestra actitud frente al misterio del
dolor, del mal, del sufrimiento, de la muerte y de cualquier esclavitud. Saca
lo más grande de ti para afrontar la situación y aumenta tu fe.
Por
tanto ¿Pones todo de tu parte para solucionar realidades fuertes que afrontas
en la vida? ¿Tienes presente la cercanía del Señor y la necesidad de crecer en
la fe?
Bonito
día a todos.
P. Arnaldo Alvarado
6 agosto
2019
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