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viernes, 19 de junio de 2015

Ecología sana: la ciencia y el cuidado de nuestra casa

Ecología sana: la ciencia y el cuidado de nuestra casa

Hoy nos preocupa a todos el cuidado de nuestra propia casa, la ecología. “No nos servirá describir los síntomas, si no reconocemos la raíz humana de la crisis ecológica (papa Francisco, LS: 101). Hay una realidad que sorprende más y más: la ciencia, el desarrollo y logro científico (la tecnología). Hay ciencias tanto problemas existen. El hombre mismo se sorprende de aquello que ha construido con la inteligencia y de sus consecuencias para bien o para mal.
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Todos somos beneficiados de la ciencia; pues, vivimos rodeados de la ciencia. Por la ciencia podemos conocer desde aquello que no nos imaginamos cómo están en su propia naturaleza, hasta el entendernos mejor a nosotros mismos. Los esfuerzos han sido infatigables en todos los tiempos y no podemos imaginarnos todo lo que se ha hecho para llegar a este punto. Pues sólo los hombres pueden hacer ciencia, porque tenemos la inteligencia como un don para ponerlo al servicio de la humanidad. El hombre debe ocupar su lugar sin menospreciar ni supervalorar las realidades existentes. Los extremos siempre son nocivos.

La ciencia nace en la cuna de la filosofía; ya que el hombre se sorprende de lo que ocurre en el cosmos. Admirado y asombrado el hombre intenta conocerlo cómo es en su naturaleza y explicarlo en consecuencia; pero también intenta controlar o predecirlo. Pues estas son las finalidades de la ciencia. Al menos así nació y se desarrolló a lo largo de la historia. Tal vez si hay desorientaciones en el situarse del hombre frente al universo mismo de cómo explicarlo y disponerlo es precisamente por la falta de la racionalidad metaempírica.

Es verdad que la ciencia alcanzó un gran desarrollo a partir de la época moderna del siglo XVII. Pero este hecho no se puede entender sin la época anterior. De tal modo que no se puede decir que todo aquello que la precedió no sirvió de nada. Sería una injusticia semejante afirmación y faltaríamos a la verdad. Por ejemplo, la mecánica de Newton aportó mucho en su tiempo, mas perdió validez ante las nuevas teorías científicas del siglo XX, como es la teoría de la relatividad de Albert Einstein o la física cuántica Max Planck; pero no por eso se puede menospreciar la ciencia hecha por Newton.

Todo conocimiento científico es real. Popper decía que la ciencia no puede afirmar que conoce verdaderamente, sino sólo conjeturar cómo es la realidad.  Esta actitud escéptica implicaría refutar el método anterior y proponer otro. Es verdad que siempre todo aporte está abierto a profundización y perfeccionamiento; pero aquello que se conoce hasta el momento es un conocimiento verdadero. Pues la ciencia ofrece verdades parciales, pero son verdades. Sería imposible conocer todas las cosas de modo inmediato y con un sólo método.

Las ciencias conocen y explican aspectos concretos y parciales de la realidad. Debemos aceptar esta afirmación, ellas conocen sólo algunos aspectos. Pero necesita de las demás para enriquecerse, la interdisciplinariedad y el diálogo sólo es posible en esta lógica. Hacer ciencia de modo fragmentario o aislado sería una utopía, necesitamos de los otros aportes. Claro está que cada ciencia tiene sus métodos y objetivos propios, no obstante, no podemos confundir la parte con el todo. A los científicos se les pedirá cosas que siempre estén en su campo de estudio, de tal modo que todo aquello que no está en su actividad científica no le pertenece afirmarlo o negarlo. Aquí simplemente se evoca al rigor y a la honestidad; esto es, de remitir el caso a quien debe dar respuestas a la cuestión. Por tanto, no parece exacto que la ciencia lo es todo y lo explica todo. Y mucho menos que sea la última palabra. Pero aquello que nos dice de su propio campo eso sí que conviene prestarle atención.

En la historia han surgidos leyendas negras relacionado con el cristianismo, por ejemplo, el caso Galileo, la inquisición, iglesia-ciencia, etc. Estas apreciaciones pueden surgir por dos motivos: primero, porque no se conoce bien lo que se afirma; esta es la ignorancia o confusión metodológica; segundo, por intereses ideológicos –siempre ciegos- o métodos que se quiere imponer. Pero un estudio detallado, libre de prejuicio y serio dicen lo contrario. Así, debemos recordar, por ejemplo, que Galileo jamás estuvo en una cárcel, ni sufrió castigos crueles, ni murió torturado como afirman opiniones superficiales. ¡No! La verdad es otra. Es más todavía en pleno siglo XXI se construyen muchas leyendas y se deja correr a la fantaciencia. En el peor de los casos ocurre juzgar los hechos del pasado con parámetros actuales. Olvidamos el contexto científico.

Por otra parte hay que reconocer que la ciencia moderna nació en ámbitos cristianos y por científicos cristianos. La Iglesia siempre auspició el desarrollo científico. No pretendo defender nada, simplemente hacer honor a la memoria histórica. Ella –la Iglesia- tiene como misión anunciar el reino de Dios, pero no se desentiende de lo humano, busca lo mejor para el hombre. Ciencia y fe guardan estrecha colaboración, pero se distinguen en sus métodos. La fe orienta el quehacer científico, cuyo proceder sea justo y busque estar al servicio de la humanidad. Jamás la Iglesia se opone al desarrollo científico al servicio del hombre.

El papa Francisco con ese amor detalloso y atento que le caracteriza nos ha regalado el día de ayer a todos un instrumento valioso, la encíclica “Laudato si” (alabado seas, mi Señor) sobre el cuidado de la casa común. Allí el sucesor de Pedro nos ofrece una prolongada reflexión, gozosa y dramática a la vez sobre nuestro hábitat. Si entendiéramos el universo o la creación como un don nuestras actitudes y las cosas serían diferentes.

P. Arnaldo Alvarado
Docente de metafísica
arnaldo.alvar@gmail.com

Jr. Unanue 300

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