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viernes, 14 de agosto de 2020

El perdón: herida y medicina

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En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? ¿Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mt 18, 21-19,1).

Con esta respuesta el Señor nos invita a perdonar siempre y hacerlo continuamente. El perdón es un acto de la voluntad por el cual se identifica las heridas del pasado, se reconcilia y se vuelve curado. Dios no se cansa de perdonar porque es esencialmente amor. Cuánto más se ama, más se perdona. De allí que el perdón de Dios sea generoso.

Perdonar quiere decir expresar un acto de amor a sí mismo y a los demás por amor a Dios. Lo que no quiere decir que se está de acuerdo con la ofensa causada. No. Se perdona a la persona, pero se rechaza los actos malos.

Puede que no tengamos el valor de perdonar por la gravedad de las ofensas. Pero recuerda eso implica que se cargue con algo pesado con la idea que traerá la solución. Pero no es así. Algunos comparan el gesto de no perdonar como aquella persona que toma algo amargo pensando que traerá la solución.

Más que un sentimiento el perdón implica libertad para comprender los fallos, dejarlos en la mano de Dios y que se restaure lo dañado. No se acepta el daño, sino la persona que quiere cambiar. De parte del autor de la ofensa siempre tiene obligación de restablecer y restituir lo dañado, cambiar de actitud y ser diferente.

¿Cómo puedo perdonar? ¿Cuáles serían las fuerzas que me ayuden a perdonar? Humildad, esto es, comprender que la ofensa está allí y se perdona aunque el autor del daño debe restituir las pérdidas.

Oración. Pedirle a Dios la fuerza para restablecerse y curar las heridas. Dar tiempo a que las heridas se curen.

Paciencia: tener fe en que las personas cambiarán y tener la esperanza de que si perdono Dios también me perdonará.

Justicia. Lo que es de justicia debe restablecerse.

¿Cuáles son las heridas causadas por ofensas propias y ajenas y que debes perdonar y pedir perdón? No dejes para mañana lo que puede hacer hoy.

P. Arnaldo Alvarado

domingo, 26 de julio de 2020

Búsqueda y encuentro


Reflexión del Evangelio según san Mateo 13:44-46 | OpusMisericordiae
Foto: Opusmisericordiae

“El reino de los cielos se parece a un tesoro encontrado en el campo”


En efecto, compara el Reino de Dios a un tesoro encontrado en el campo y una perla fina que se compra. El que los encuentra vende todo lo que tiene y posee. En realidad, lo importante a subrayar aquí es la actitud de quien encuentra.

De esta manera el Señor nos interpela al diálogo cuyo comienzo ya inició en la eternidad pues estamos en la mente y plan de Dios. La existencia es un don, sea en la experiencia que hayas vivido o se encuentre, pero la vida humana es un regalo. Más todavía el bautismo selló esa alianza eterna y allí comenzó el reino de Dios.

¿Qué es lo mejor que has encontrado en la vida? ¿Cuál es el tesoro más valioso que tienes? ¿Qué perla fina tienes como valor máximo? ¿Cómo es tu actitud ante tales dones? Pues el tesoro se encuentra y la perla se busca. Esta es la fe y la vocación concreta que Dios te ha concedido para hacer todavía más fino la búsqueda del reino de Dios.

¿Qué es el reino de Dios? Es poseer al autor de todas las bendiciones y todos sus dones. Esto inicia ya aquí en esta vida de peregrinos y se manifiesta en ciernes. Luego, cuando pasemos de este mundo al otro, y más todavía al final de los tiempos se dará en plenitud. Vale la pena vivir aquí con los pies muy firmes en la tierra y el corazón muy fijo en el cielo.

Buscar el reino de Dios significa anteponer todo para conquistarla. En efecto es una respuesta de generosidad ante algo tan valioso cuya pérdida implicaría que la vida ya no tiene sentido: el bautismo y la fe. Se trata de poner las cosas en orden y expresar una actitud firme para conseguir esos tesoros.

Además, se trata de buscar continuamente el reino de Dios, es decir, que esto crezca. Ponerse en acción con los medios al alcance. El Dios de nuestra fe es de libertad y amor sin medida. El peligro está en la pasividad querer que todo venga sin esfuerzo y que Dios solucione o asuma lo que te corresponde.

Para conquistar lo más grande en la vida hay que hacer la guerra. Realmente demostrar que se aspira a conseguirlo. Pero esa lucha se hace concreto. El camino es el lugar donde Dios te ha puesto. Allí te ha dado una vocación estés donde estés.



P. Arnaldo Alvarado

jueves, 16 de julio de 2020

La sociedad del cansancio y agobio


La sociedad del cansancio” de Byung-Chul Han – MediaLab
Foto: MediaLab-UNMSM

“Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados y les aliviaré” (Mt 11, 28-31). Con estas palabras el Señor nos pone en nuestra realidad que como seres humanos estamos propensos al desgaste físico, moral, espiritual. ¿Cuál es tu situación?

En efecto la sociedad nuestra y, por tanto, nosotros mismos, se caracteriza por ser una sociedad del cansancio, la soledad, la auto explotación. ¿Quién no ha sentido alguna vez tristeza, soledad y agotamiento? ¿Acaso en algún momento no has pensado en tirar la toalla y rendirte? Pues esas actitudes reclaman una seria atención a lo que vives.

Este diagnóstico se debe al exceso de consumo, desorden, superficialidad y egoísmo. En realidad, la causa de todo parece ser la autorreferencialidad y olvido de los demás; empezando desde casa.
Piensas que nadie puede ayudarte. Te encuentras solamente tu en la lucha. Esto sería hacer girar todo a nuestro alrededor. Las cosas serían distintas si comenzaras a ser más más sencillo, humilde y poner una jerarquía de valores e intereses en tu vida.

Por otro lado, el día de hoy es la fiesta de la Madre de Dios en su advocación Nuestra Señora del Carmen. Desde aquí saludamos a toda la familia carmelitana. La Virgen del Carmen es patrona de muchos lugares. Recuerda: cuánto bien nos hace saber que no estamos solos. María es nuestra Madre también. Acude hacia ella con confianza.

Ya es hora de conocerla, tratarla con cariño porque ella te lleva a Dios y estar más unido a tu familia. Además, puedes llevar algunos detalles como el santo escapulario, que es una prenda cuyo signo es de protección y compañía de nuestra madre. Eso sí llévalo con dignidad y recuerda donde está el hijo está la Madre.

¿Te comprometes a dejar el cansancio, la soledad y los agobios con la ayuda del Señor y la valentía de poner orden en tu vida?
Buena jornada para todos.
P. Arnaldo Alvarado

domingo, 12 de julio de 2020

Docilidad y disponiblidad


Domingo XV: Docilidad y disponibilidad
“La acogen y ponen en práctica”

 La Parábola del Sembrador – Discipulado Cristiano
Foto: Discipulado cristiano

En este domingo encontramos en la liturgia la parábola del sembrador. Hasta cierto punto esta enseñanza es autobiográfica ya que Jesús es el sembrador de la Palabra de Dios que espera la buena acogida y los frutos que se producirá con generosidad, libertad y compromiso.

Ante un panorama no tan alentador por las circunstancias de nuestro tiempo como del olvido de sí mismo y pérdida de la identidad y la memoria, el hiperconsumo, la auto explotación y rechazo de la herencia cultural recibida a nivel personal, familiar y global exige de nuestra parte una mayor conciencia de ser discípulos del Señor.

Pero una advertencia; y, se trata de que no veamos esta realidad lejos, distante o que no nos afecta. No. Ese panorama desolador puede estar también muy cerca de ti. Entonces la pregunta es ¿Cómo obedeces para llegar a las buenas metas? Cuando te sugieren temas que corregir y mejorar ¿Cómo lo acoges? ¿Asumes mayor libertad en hacerlo tuyo e identificarte?

En efecto, seguimos a una Persona que es amor. Cristo ha mostrado el rosto de Dios viviente y poseedor del Espíritu que genera nuevos vínculos y recrea. Imitamos al Señor Jesús y esta es nuestra tarea en el día a día. Cristo es obediente y dócil al Padre. Está dispuesto a cumplir su voluntad hasta el extremo y nos invita aprender de Él en la mansedumbre y humildad.

La Palabra de Dios es como el rocío que al caer en la tierra la hace fecunda y no retorna vacía. Así son las exigencias que nos ayudan a crecer desde dentro siempre maduran la buena semilla. Además, los frutos lo verás con el tiempo si es que perseveras, trabajas incansablemente, vences la pereza y superas los disgustos.

El Señor ha depositado la buena semilla en nuestros corazones. La pregunta que puedes hacerte es ¿Qué tipo de terreno eres? ¿Cómo acoges? Tendrías que fijarte si eres terreno del camino, pedregal, espinos o buena. Un detalle importante es resaltar que Dios siembra con generosidad. Esparce la semilla sin mirar dónde caiga. Veamos las distintas acogidas.

Tierra del camino. La semilla cae, pero al no encontrar acogida desaparece. Aquí se ubican las distracciones que predominan en nuestro tiempo a través de los chismes, habladurías, ideologías, palabrerías, exceso de consumo música, internet, modas, cosas mundanas.

La tierra en pedregal representa la acogida de lo bueno con entusiasmo, pero al ser demasiado emotivo y superficial desaparece tan rápido. Por ejemplo, se presenta la enfermedad, el sufrimiento, la contrariedad, se seca, se disuelve y ya no hay más. La semilla que cae en espinos son aquellas riquezas, placeres, preocupaciones mundanas que terminan ahogando el deseo de cambiar y mejorar.

Está finalmente la tierra buena que representa al que escucha, acoge y pone en práctica. Esta es la misión del discípulo hacer realidad, dentro de su fragilidad, de la riqueza del mensaje heredado. María es el ejemplo, escucha y fertilidad de la buena semilla.

P. Arnaldo Alvarado

domingo, 5 de julio de 2020

Sencillez y nobleza de espíritu


Para una vida lograda: Sencillez y nobleza de espíritu

Pin de Tatiana Barrios en Frases | Frases inspiradoras, Frases ...

Jesús nos da a conocer su oración personal mediante estas palabras: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor». Es una joya. Somos discípulos, esto es, seguidores creativos de las enseñanzas del maestro cuyas palabras nos inspiran para estar más dispuestos en acoger su mensaje.

Este pasaje del evangelio (Mt 11,25-30) presenta un diálogo abierto y lleno de confianza entre el Hijo y el Padre. Así puede ser nuestro trato con el Señor. Puesto que en la oración nos encontramos con una persona que nos ama y conoce a fondo. Hablar y encontrarse con alguien que transmite mucho bien nos ayuda a crecer.

Asistimos a una sociedad del cansancio, del hiperconsumo y la auto explotación. Claro esto diagnostican los expertos. ¿Acaso también no sucede de alguna forma en tu vida? Revisa y puede que haya excesivas preocupaciones por el trabajo, fijarse en la enfermedad que se lleva y olvidarse de las oportunidades, prisas en el día a día, agobios, ansiedades por el futuro, la conciencia que necesita paz. Esto refleja heridas que deben ser curadas.

Lógicamente hay verdaderos agobios, por ejemplo: en los pobres, refugiados, perseguidos, calumniados, inmigrantes, deprimidos, escases laboral, aquellos que están solos. No podemos negar estas situaciones. Pero Jesús nos invita: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les aliviaré».

¿Cuál es la forma de alivio que habla el Señor? Es fundamentalmente en aquello que es el motor de toda vida humana: amar y ser amados. Lo que salva es el amor divino cuyo resplandor lo encontramos en los demás y se llama amor fraterno y solidario.

Hace tiempo escribió el Papa emérito lo siguiente: “El verdadero remedio para las heridas de la humanidad -sea las materiales, como el hambre y las injusticias, sea las psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar- es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su manantial en el amor de Dios” (Benedicto XVI, Ángelus, 3 julio 2011).

Ante este panorama es necesario sencillez y nobleza de espíritu (mansedumbre) para superar todo afán ambicioso y desordenado en buscar únicamente el poder, el bienestar individualista, ideas egoístas y lejanas de la verdad, abusos en diversas circunstancias, prepotencia, interés que asegura el éxito a toda costa, estilo agresivo.

Estamos invitados asumir las cosas con humildad y sencillez que asegura un futuro digno para el hombre, familia y sociedad. La mayor ceguera para todo es el orgullo y la soberbia.  Todo el bien y mal que hagas en el tiempo tiene su recompensa ya aquí y todavía mayor en el más allá. No te canses de hacer el bien.

P. Arnaldo Alvarado

jueves, 2 de julio de 2020

¿Cómo hacer una buena confesión?


confesión – Catholic-Link
“Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados” (Mt 9, 1-8).


El episodio conmueve. Dado que los paralíticos no pueden hacer nada por sí mismos, necesitan de otros. En efecto, son sus amigos quienes lo llevan al maestro. Además, lo llevan con gran fe. Están seguros que serán atendidos y aquel amigo desdichado tendrá cura en sus males.

La parálisis es signo del pecado. El pecado mortal da muerte al alma y perdemos todo vínculo de amistad con Dios y con la Iglesia. Necesitamos salir de este mal, pero ¿cómo? Mediante la confesión.

Sólo Dios puede perdonarnos los pecados pero ha dejado en manos frágiles de sus apóstoles y de éstos a los sacerdotes la capacidad de perdonar los pecados en su nombre. Acudir al sacramento de la confesión nos da la paz y reconciliación con Dios y la Iglesia.
¿Cómo hacer una buena confesión? Aquí algunas recomendaciones:

·       Prepárate. Tienes que darte cuenta cuáles son tus acciones malas pequeñas y grandes.
·       Arrepiéntete. Es el compromiso de pedir perdón a Dios y a los demás por la ofensa.
·       Has un propósito. De no volver a pecar y desterrar ese pecado de tu vida.
·     Confiésate. Busca al sacerdote y expresa todos tus pecados, especialmente empieza por el que tienes más vergüenza.
·  Tomar la medicina y reparar el daño. Ahora se trata de hacer algo en penitencia y reparación por el daño causado. Recuerda que no es un castigo, sino una medicina.

¿Te comprometes acudir a la confesión con fe y frecuencia? Ánimo, tú puedes, Dios te acoge, perdona y no te condena.

P. Arnaldo Alvarado
1 julio 2020

domingo, 28 de junio de 2020

Domingo del seguimiento radical e identificación

Mirando más allá de la superficie
                                                                                                                           Foto:IBPM

¡Paz y bien!
Hoy domingo es el día del Señor. Somos invitados para alimentarnos con la palabra de Dios y el pan Eucarístico.

Jesús nos propone seguirle con todo nuestro compromiso y además identificarnos con él. En efecto, nos dice: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”.

Son palabras muy claras que denotan lo radical y primordial del amor de Dios y la búsqueda del bien de las almas. Esta invitación a la renuncia no significa rechazar lo bueno, no; sino de introducirlo en algo mayor, grande para todos. Por ejemplo, cuando alguien antepone lo suyo y cierra los bienes a los demás.

Este pasaje del evangelio es peculiar (Mt 10, 37-42). Se ubica en san Mateo quién recoge cinco discursos haciendo referencia a los cinco libros sagrados del Antiguo testamento, pero que esta vez se cumple en Cristo.

Este pasaje contiene las instrucciones que el Señor brinda a sus discípulos, es decir, a ti y a mí. Pues desde el bautismo somos revestidos o mejor identificados con Cristo.

Entonces todo bautizado es un profeta, o más todavía, un apóstol. Esto quiere decir que somos testigos de alguien. Lógicamente el cristiano se identifica con Jesús especialmente cuando ese mensaje está en contraste con las ideas y actitudes del tiempo, lugar o donde lleva la corriente.

¿Cómo te identificas con Cristo?
Cuando tienes responsabilidad familiar, laboral, apostólico, de gobierno y buscas el bien común. Cuando denuncias las injusticias y eres perseguido. Cuando buscas ser coherente y te excluyen del trabajo, proyecto, la amistad. Cuando quieres ser caritativo y no te entienden, ponen obstáculos, se oponen. Cuando hablan mal de tu persona por envidia o celos. Cuando haces algo bueno desinteresadamente y con todo el corazón y no recibe agradecimiento.

¿Qué se espera de tu parte?
Al menos dos puntos. Por un lado, reconoce la presencia del Señor. Es la hora de la cruz. No estás solo. El Señor te acompaña. Es el momento del testimonio, de la rectitud de intención y la generosidad. Y recuerda todo lo que hagas por amor a Dios y a los demás tendrá su recompensa. Como decía madre Teresa de Calcuta: “Has el bien hasta que duela”. Por otro, agradece, pues es un momento de gracia especial y Dios te bendice.

Hoy es una ocasión para que goces la misa con intensidad de fe. Buen domingo a todos.

P. Arnaldo Alvarado

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