Foto:
Buen Pastor en las catacumbas de Priscila (Segunda mitad del siglo III)
Escuchan
mi voy y me siguen
Este
día inicio de la IV semana de pascua es denominado el domingo del buen pastor.
Jesús es el buen pastor y estamos invitados a pertenecer y permanecer como su
rebaño con el gozo de quien es custodiado, acompañado y salvado. Como
discípulos nos queda creativamente escuchar, seguir y cuidar.
Con
motivo de este día del buen pastor se hace partícipes a todos los compromisos
de fomentar y ayudar a descubrir la vocación a la vida consagrada, religiosa o
sacerdotal. Decisión que implica un acto de libertad y amor firme para seguir
algo grande y cooperar con la misión de Cristo a velar por los otros.
Este
signo de buen pastor cobra un nuevo brillo con Cristo. Ya en el Antiguo
Testamento se puede percibir a Dios como aquél que conduce y pastorea a su
pueblo. Pero ¿Cuál es la novedad? Es que ese pastor no sólo conduce a todos, un
pueblo, una comunidad, sino que conoce a cada uno de manera personal y sobre
todo lo salva de todos los signos del mal.
Es
sumamente interesante que durante el siglo III aparecen frescos con la imagen
de Jesús buen Pastor en las catacumbas romanas de San Calixto y Priscila. Está representado Jesús como aquél que lleva
sobre sus hombros un miembro de su rebaño y cuida de él.
Junto
a la figura tierna del buen pastor que vela y conoce a los suyos está el
anuncio incansable y con toda valentía que realizan los apóstoles y los
primeros cristianos sobre Cristo resucitado. Sin Jesús, el Señor, no puede
entenderse la condición del discípulo.
Digamos
algo más de la figura del oficio pastoril. Quien desempeña ese trabajo en la
vida laboral sabe que está lleno de compromiso, sacrificio y amor. El pastor se
caracteriza porque acompaña, vela, se olvida de sí y conoce de los detalles de
cada miembro de su rebaño, puesto que llama y es reconocido por cada uno. ¿Cuidas
del rebaño familiar que se te ha confiado?
Mientras
que lo propio del rebaño es asumir una actitud creativa de escucha y
seguimiento la voz de su pastor. Escucha significa disposición para acoger el
mensaje de guardarse o salir del peligro, de advertencia e impulso del valor de
sí, audacia y sosiego frente a las cosas complejas de la vida. La gran realidad
es que este pastor, Cristo, sigue guiando a su rebaño. Está vivo y hay que
acudir a su palabra.
Ante
la cultura contemporánea donde prima la autorrealización no es fácil
asumir las actitudes de escucha del discípulo. Hay demasiadas distracciones.
Las sorderas son peligrosas. ¿Cuáles podrían ser esas sorderas? Resentimientos,
pleitos, egoísmos, desórdenes, orgullo, falsas seguridades y desesperaciones.
Fácilmente
el hombre quiere escabullirse del radio sin frontera de amor y libertad que
Dios tiene preparado. Quizá las ofertas de parajes fantasiosos se muestran como
alternativas inmediatas a anotarse sin medir las consecuencias. Para seguir
hace falta nobleza y espíritu magnánimo.
El
peligro de la fragmentariedad, quiebre y deterioro interior (del alma) de la
persona imposibilita sintonizar con la voz de quién realmente conoce lo más
profundo del ser humano. Entonces no lo puedo seguir. Hay otras voces que me
parecen más atractivas.
Definitivamente
Jesús es el buen pastor que nos conoce, se acerca y permanece en vela, cura
nuestras heridas, nos salva del signo del mal, confía en lo que podemos hacer y
nos impulsa a cuidar especialmente de las personas que se nos ha confiado sea
en la condición que estemos. Pidamos también a Dios que siempre haya muchos
trabajadores en la viña y el rebaño del Señor.
Buen
domingo a todos.
P.
Arnaldo Alvarado
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