Los chispazos son
impresionantes. ¿Cuál sería la sorpresa del hombre cuando descubrió el fuego? Imaginémonos.
Estamos de excursión en las montañas. Acampamos. Llega la noche, el frío se
hace más fuerte. Necesitamos una hoguera. Hacemos todo el intento para
conseguir el encendido. Es difícil y después de muchos esfuerzos angustiosos la
encendemos con el chispazo. Con ello viene lo necesario y la esperanza de
permanecer en el lugar.
Uno de los chispazos del signo
de Dios es la libertad humana. Esta consiste en hacerme yo mismo según mi
propia dignidad y realizar mis actos en esa función. No hay otra manera de ser
libres. Sólo cuando buscamos el bien y nos adherimos a ella somos realmente lo
que aspiramos.
La diferencia entre todos los
seres de la creación y el hombre es abismal. Dentro de este orden la libertad
es exclusiva siempre que realizamos nuestros actos con inteligencia y voluntad.
De modo más concreto cuando decimos quiero estamos expresando nuestra adhesión
hacia aquello que consideramos como bueno.
La elección sólo depende de
nosotros, pero como nuestra libertad es fallida entonces otros pueden ayudarnos
a ser más libres. Aún si esa ayuda viene de lo alto, entonces la fuerza es
mayor. De esta manera se vive la libertad con la fuerza de la fe. Obedecer las
leyes justas y las indicaciones buenas es también fortalecer nuestra libertad.
Hay que decir también que no
estamos determinados por nada. Absolutamente nada determina nuestro ser, salvo
nuestras propias acciones y patologías que puedan influir. Es bueno tener claro
esta idea para dejar de lado las excusas. Lo que quiero decir es que ni
siquiera Dios puede condicionarnos. Pues hemos sido creados libremente y la
mayor gloria de Dios es el hombre viviente (San Ireneo de Lyon).
Nos hacemos buenos o malos con
nuestras propias acciones, además que nos identificamos con ellas. La
declaración entonces deberá ser en función a la realidad de nuestro ser.
Siempre podemos crecer en
libertad; necesitamos ser ayudados en fortalecerla. Al respecto encontré algo impresionante
en el libro del cardenal Ratzinger y dice: “No se trata de quitarle al hombre
el gusto por la vida, ni de coartársela con prohibiciones y negaciones. Se
trata sencillamente de conducirla hacia la verdad y de esta manera
santificarla. El hombre sólo puede ser santo cuando es realmente él” (Pecado y salvación).
P. Arnaldo Alvarado
SSJ-IESPPSJ
Jr.
Unanue 300 – San Vicente de Cañete
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