TRIDUO
PASCUAL: Jueves santo
Estamos en la Semana Santa. Con la misa vespertina
del Jueves Santo da inicio el triduo pascual, que es la preparación a la pascua
y el comienzo de su celebración.
Este día nos recuerda la
Última Cena del Señor con sus discípulos para celebrar la Pascua, que para los
judíos representaba la conmemoración de la liberación de Egipto. Siguiendo la
costumbre, Pedro y Juan siguieron las disposiciones de Jesús y cuidaron que
todo estuviera correctamente dispuesto para la cena.
La preparación que nosotros
debemos realizar es de carácter espiritual, Jesús nos invita al banquete
pascual y desea que, al igual que los apóstoles, estemos debidamente dispuestos
para participar intensamente en el sacrificio de la Misa, acudir al sacramento
de la penitencia y recibir la Sagrada comunión, pues nosotros también somos
discípulos.
Propiamente, el triduo
pascual comienza con la misa vespertina de la cena del Señor, donde se
conmemora la institución de la Eucaristía.
El lavatorio de los pies forma
parte de la ceremonia, el Maestro asume la condición de siervo, para eso, para
servir, dejando muy en claro a sus discípulos que la humildad es indispensable
para ejercer plenamente el ministerio recibido de sus manos. Servir antes que
desear ser servido, no es una condición exclusiva para los sacerdotes, es la
doctrina que todos los fieles deben llevar a la práctica.
La Eucaristía es el centro
de nuestra vida espiritual, sabemos que Jesús está real y verdaderamente
presente con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad bajo las especies del
pan y del vino. Así lo dijo a los apóstoles con las palabras de consagración
que ahora repiten los sacerdotes en la Santa Misa, este es mi cuerpo…, esta es
mi sangre…, hagan esto en memoria mía.
Por eso, nosotros sabemos
que al visitar el sagrario nos disponemos al encuentro personal, frente a
frente con el mismo Cristo, que siempre nos espera dispuesto a escuchar
nuestras alegrías, penas, planes, propósitos, todo.
Nuestro propósito de este
día y para siempre, puede ser el de prepararnos cada día para recibir mejor la
Sagrada Eucaristía, asistir con mayor disposición a la Santa Misa para aprender
las enseñanzas de Cristo, o tal vez, visitar con más frecuencia el sagrario
aunque sea un minuto. Son muchas las devociones eucarísticas, vivirlas y
fomentarlas, es la mejor manera de tratar al Señor, de hacer crecer nuestro
amor por Él y de llevar a otros hasta su presencia (Fuente: Aciprensa).
P. Arnaldo Alvarado
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