Domingo del buen pastor
Era de noche. Una figura con indumentaria negra se desplazaba por las calles. Hay zozobra en el barrio de ver pasar un sacerdote a tal hora. Aquel hombre caminaba a prisa. Por la premura tenía un objetivo; pues debía llegar a visitar la familia donde estaba la anciana “Timotea” muy enferma.
Aquella pobre mujer y toda la familia recibió con sorpresa a aquel hombre de Dios. Sus rostros eran realmente de pasmo. Una de las hijas se acercó con la mano en el corazón para preguntarle el estado de la anciana, ella pensaba que moría su madre “Timotea”; pues la gente suele tener la idea de que al sacerdote sólo hay que llamarle cuando alguien está enfermo gravemente o en las últimas como se dice. Tranquilizó el ambiente diciendo que al sacerdote se puede invitar para cualquier ocasión, pero especialmente cuando alguien está enfermo.
Timotea sufre de esclerosis múltiple. Camina con mucha dificultad, pero así sigue el ardor de su espíritu con sus compromisos cristianos, especialmente cuando de la Misa se trata. Su vida es edificante. Acude a la Eucaristía casi todos los domingos. Camina encorvada por lo menos en un ángulo de 45 grados, pero el amor a Dios le mueve hacer grandes cosas. Cuando la familia –hijos especialmente- están en dificultades ella mantiene la tranquilidad y la paz.
Aquél día Timotea se confesó y además dijo al sacerdote que rezaría por él y sus hermanos en el sacerdocio. Tal iniciativa embargó la emoción al sacerdote y esa es la mayor recompensa que encontró: la alegría de una pobre anciana enferma. Así como ella hay muchos en el barrio.
Pues hay que rezar por los sacerdotes. Pedir al Señor de la mies que envíe operarios a su mies. La mies es realmente extensa. Dios necesita cooperadores para llevar la alegría a muchos. Todos necesitamos de Dios. Pocos prestan atención a las personas mayores o simplemente las olvidan. Los ancianos y enfermos necesitan a Dios, necesitan confesarse y compartir sus sufrimientos con alguien.
Este domingo llamado del buen pastor tiene que ser un despertador de que todos asumamos el compromiso de rezar y colaborar por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Es urgente que haya más jóvenes generosos que den la vida por los hermanos que sufren. La iglesia es una familia y tenemos que ayudarnos. Si alguien siente el llamado de Dios que diga que SÍ. Dios necesita de ti.
P. Arnaldo Alvarado
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