El poder de
la lengua II: Pasión por la verdad
Narremos una
historia. Se cuenta que un grupo de
ranas viajaba por
el bosque y, repentinamente, dos
de ellas cayeron en un hoyo profundo.
Todas las demás se reunieron alrededor; al percatarse de la profundidad dijeron
a las dos ranas que para efectos prácticos se debían dar por muertas.
Las dos ranas no
hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar y
salir fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras persistían que sus
esfuerzos serian inútiles. Finalmente,
una de las ranas puso atención al
mensaje que las demás decían y se rindió, esta se desplomó y murió. La otra
rana continúo saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la
multitud de ranas gritaron a la superviviente que dejara de sufrir y
simplemente se dispusiera a morir. Pero la rana saltó cada vez con más ahínco hasta
que finalmente salió del hoyo. Cuando salió, las otras ranas le preguntaron:
"¿No escuchaste lo que te decíamos?" La rana les dijo que era sorda.
Ella pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más para salir del
aprieto.
Esta historia
contiene dos lecciones: La lengua tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento dirigida a alguien puede ayudarle
a superarse. Una palabra inapropiada a
alguien que se encuentre en dificultades puede acabar con él. Al parecer en
esos momentos trances nos olvidamos de la solidaridad. Ante una persona en
dificultades lanzamos nuestros pareceres y la sepultamos más abajo, dejando
sobre ella el escombro de las críticas, chismes e ironías; las sepultamos.
Tengamos cuidado
con lo que decimos. Hoy se habla mucho pero no se sabe de qué se habla. Todos quieren opinar
por todas partes, pero sin valorar los efectos. Los comentarios hirientes, las
críticas negativas, las palabras desalentadoras, los falsos testimonios,
calumnias y mentiras destruyen. Basta decir algo negativo de una persona para destruirla.
Peor aún si se trata de difusión de mentiras, calumnias, ideologías o decir
cosas para buscar intereses personales.
Mas grave todavía
si aquello que se dice es falso. La difamación es una injusticia y causa un
grave daño a la persona e instituciones; pues todos tenemos derecho natural a
la buena fama.
Un secreto para ser
leales: pensemos las cosas antes de hablar. Cuando estás encendido por la
pasión sosegate y pondera tus palabras. También conviene saber con quién,
cuándo y cómo hablar. No podemos hablar de temas muy personales con cualquiera.
Hay que buscar buenos consejos. No significa pérdida de libertad, mas bien
fortalecimiento y seguridad. Un ciego no puede guiar a otro ciego. La Iglesia
como experta en humanidad tiene un medio y es la dirección espiritual. Allí se
juegan muchas cosas buenas y positivas. Aprovechemos esta ocasión. Pues “Más vale
el reproche de un sabio que la alabanza de un necio” sentencia la sagrada
escritura.
P.Arnaldo Alvarado
Jr. Unanue, 300 (Cañete-Lima)
arnaldo.alvar@gmail.com
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