Día del trabajo: El hombre custodio y administrador de la
creación
El mensaje del
libro del génesis podría resumirse así: Dios creó el mundo y lo dejó en la mano
de los hombres.
El 1 de mayo se
celebra la fiesta de san José obrero. Este día se recuerda como el día del
trabajo. El varón justo de Nazaret, padre adoptivo de Jesús, fue un artesano a
quién la biblia califica como “justo”; esto quiere decir que tenía todas la
virtudes. Era un santo. Tanto era el aprecio a José que sus vecinos le llamaban
por su oficio, “el artesano”. Esto connota que hacía y cumplía con su trabajo.
De este modo san José se convierte en el patrón del trabajo y de los
trabajadores artesanales.
Como las aves
han nacido para volar, el hombre está para trabajar. Esa es su vocación
original. Por la inteligencia y la voluntad puede ayudar a la mejora de su habitat. El trabajo es aquella actividad
humana, de cualquier tipo con tal que sea honesta, que realiza el hombre para
desarrollar su vocación de sostenerse y colaborar con el mejoramiento del
universo. Por más pequeño que sea el trabajo siempre será importante. El fin
del trabajo es el mismo hombre. Así el trabajo está para el hombre, con lo cual
no todo en la vida es trabajo; también debe estar presente el descanso, la cultura
y la vida de familia.
Trabajar supone
dos cosas. Primero perfecciona al hombre, es un obrar que enriquece interiormente
de diversas maneras a quien lo realiza; le hace ser más persona; crece en
virtudes. Especialmente el buen trabajador debe poner en acción muchas virtudes
para trabajar bien (constancia, creatividad, esperanza, servicio). En segundo
lugar implica una actividad exterior, es decir, que esas acciones modifican,
perfeccionan cosas exteriores; esto es que genera producción. Hay que aclarar
que el trabajador debe ser valorado como persona y no como mero instrumento de
producción; el comunismo y el utilitarismo entiende al obrero como una pieza
más del engranaje para que funcionen las cosas.
Trabajar bien
es un reto. Significa cumplir con las obligaciones y hacer bien lo iniciado.
Además el trabajo hecho puede ser ofrecido y realizado por motivos más altos
(Dios) que lo meramente humano. Se trata de unificar trabajo y vida personal.
El trabajo no
es un castigo, es un don y un compromiso. En determinadas ocasiones el lugar
del trabajo se vuelve duro por diversas circunstancias (personas, medios,
ideas, estilos) que pueden deteriorar la vida del trabajador a corto o largo
plazo. Allí es donde se necesita la grandeza del hombre para mantenerse
incólume y no ceder a la corrupción laboral. Hagamos del trabajo que cada vez
sea más digno y sublime.
P. Arnaldo Alvarado
arnaldo.alvar@gmail.com