Del evangelio
según san Mateo
Al bajar Jesús
del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se
arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y
lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio».
Y en seguida
quedó limpio de la lepra.
Mucha gente sigue
a Jesús. Allí aparece un leproso. Te imaginas esa vida. Era una situación
realmente denigrante. Tenían que vivir apartados de su familia, amigos y sociedad.
Por nada del mundo podían acercarse a las personas. Vivían descuidados, en
cuevas y montañas solos como podían.
En la biblia la
lepra es figura del pecado. Pues así está el hombre cuando se aparta de la
amistad con Dios. Pierde la alegría de vivir. Volvamos al evangelio. Allí está
Jesús. No tiene miedo en acercarse al leproso. Es más, lo toca. Es decir, Jesús
quiere curar las heridas del pecado por la vida de paz de su perdón en el
sacramento de la confesión.
Este pasaje nos
enseña la fe del leproso y la misericordia de Jesús. Cada uno de nosotros llevamos
algo de heridas. Hoy fácilmente se quiere ocultar las dolencias y sufrimientos
profundos. Se acalla el grito de liberación. Jesús con este gesto nos enseña a
no despreciar a nadie, ni rechazarlo.
Este leproso es
valiente. Se enfrentó consigo mismo. Se venció, se olvidó de las opiniones y costumbres
que le hacían vivir apartado. Ahora lo único que busca es su salud espiritual y
corporal.
Cuando ves los
errores y pecados personales ¿Qué actitud asumes? ¿Lo dejas para otro momento?
¿Buscas acallar ese grito de liberación de cualquier manera? Ten la valentía de
quitarte ese peso. Acepta lo que te pasa y acude a quien te puede ayudar de
verdad (personas, medios adecuados). Dios siempre quiere ayudarte.
¿Qué se gana al
confesarse? paz, libertad, amistad con Dios y la familia de fe, autoestima grande
y mucho deseo de seguir adelante.
P. Arnaldo Alvarado