Foto: Emaús.mx
Sentíamos
arder nuestro corazón
¡Lo
de Jesús de Nazareth! En este tercer domingo de la pascua suena con fuerza los
acontecimientos de Cristo en su pasión, muerte y resurrección anunciado por los
apóstoles y la comunidad cristiana. La liturgia de hoy nos presenta en el
evangelio el pasaje de los discípulos de Jesús camino a Emaús (Lc 24, 13-35).
Dicen
que ha resucitado. Es el día de la Resurrección. Estos
seguidores de Cristo han oído el relato de las mujeres y los apóstoles sobre la
resurrección de Cristo. Aún no están convencidos. Es más, presenciaron la
muerte y sepultura del Señor. Tienen sobre sí el peso del fracaso, sus
esperanzas están a punto de desaparecer. Las cosas no han salido como lo tenían
planeado humanamente.
Lo
mataron en una cruz. Tienen bien contabilizado todos los
hechos que ha sucedido con su maestro. Saben todo, pero les falla la
interpretación de los acontecimientos. Se han olvidado las profecías. No
tomaron en serio las palabras del Maestros cuando anunció su padecimiento en la
cruz. Se apartan de la comunidad, de los amigos. Están defraudados.
En
el camino se encuentran con un desconocido que se hace parte de sus pesares y
tristezas. Éste se involucra, se hace parte del sufrimiento de aquellos dos
hombres. Pero un detalle: ambos abren el corazón sin saber a quién decían sus
cosas. Es el poder de la confianza. Hablar en el momento oportuno nos hace
mucho bien.
Comenzó
a explicarles las escrituras. Aquel peregrino asume la
situación de ambos amigos y comienza a involucrarse. La tristeza y desesperación
es tan fuerte en aquellos hombres que aún no reconocen, pero si intuyen que es
alguien especial. Hasta llegar a la aldea donde lo reconocen al partir el pan.
Por fin se les abrió los ojos.
Se
nos ha aparecido. A continuación, tenemos algo muy
interesante. Es el reconocer y encontrarse con el resucitado. Ese hecho les cambia
realmente toda la vida. Ahora vuelven a Jerusalén y se incorporan a la
comunidad de los apóstoles y dan testimonio de lo que les ha pasado en el
camino y cómo lo reconocieron al explicarles las escrituras y la fracción del
pan.
Este
relato de la escritura, cuya narración pertenece a Lucas 24, es realmente la
radiografía del cristiano y de toda persona. Cuando sobrevaloramos nuestras
expectativas, seguridades solo en nuestro yo prácticamente corremos el riesgo
de perder los papeles. Lo único que se nos puede ocurrir es escapar del
problema por la desesperación, apartarnos de todos, rendirnos a la soledad y
tristeza. Sí, todo eso siente el corazón humano. Pero ¿Cómo dar una buena
interpretación a esos hechos que pasan en nuestra vida y la historia?
Abrir
el corazón, es decir, mostrar más profundo de nuestro ser a quién puede
ayudarnos. Escuchar con buenas disposiciones para abrir horizontes y
oportunidades. Reconocer que no estamos solos. Hay alguien que camina junto a
nosotros. Entonces así podemos decir “Quédate con nosotros porque anochece”.
Emaús
es nuestra radiografía. Ese Emaús ahora es todo lugar de la existencia humana
donde el encuentro con Cristo puede dar sentido a todo lo que pensamos,
sentimos y hacemos. La fe también tiene ese aspecto de misterio, es decir, de
aquello que sobrepasa nuestro entender. Nos toca permanecer cerca de quienes
pueden ayudarnos y ayudar a quienes pasan por esa situación.
P. Arnaldo Alvarado