El día 29 de junio
celebramos la fiesta de san Pedro y san Pablo en toda la cristiandad. Este día
conmemoramos el martirio de ambos apóstoles en Roma (64-67). Ellos dieron
testimonio de la fe con su sangre. San Pedro murió crucificado boca abajo y san
Pablo decapitado.
La iconografía cristiana
representa a san Pedro siempre con las llaves y pescados en las manos en
algunas tradiciones; mientras que en la imagen de Pablo el distintivo es la
espada. Pablo fue el instrumento elegido para llevar el mensaje de Cristo a los
pueblos lejanos.
Cristo fundó con palabras
y obras una única Iglesia que estaba preparada y anunciada en el Antiguo
Testamento. Pero ¿por qué existen varias iglesias? Pues algunos hijos de la
Iglesia se han ido de la casa. Los católicos tenemos que hacer todo lo posible
para que estos hermanos vuelvan a la casa de Cristo. La Iglesia siempre tiene
sus puertas abiertas. Esto es el ecumenismo, buscar la unidad de todos los
bautizados válidamente. Podemos hacer el ecumenismo espiritual: rezando por la
unidad de los cristianos “que todos sean uno” como rezó el Señor y
convirtiéndonos más al Señor.
La Iglesia es la comunión de
todos los bautizados por la misma fe, los sacramentos y bajo la guía del Papa
como supremo pastor. Cristo fundó su Iglesia sobre los apóstoles con estas
palabras “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,17). Quiso poner al frente de ellos a Pedro.
En efecto, Pedro pasó de
pescador a príncipe y por eso ocupa un lugar importante en la vida de los
apóstoles; siempre es el primero; tiene autoridad y preside en la la comunidad cristiana.
Nos preside en la caridad y el servicio. El Papa es sucesor de san Pedro, es el
vicario de Cristo en la tierra. Tiene autoridad de servicio y su infabilidad está
asegurada por la asistencia del Espíritu santo.
Recordemos que la Iglesia
está asistida por el Espíritu Santo. Ella no es, ni se debe a la iniciativa
humana; aunque educa, purifica, eleva todo lo humano. A lo largo de la historia
han aparecido diversos embates del enemigo hacia la Iglesia. Pero ella ha
superado y aún se ha hecho más fuerte. El enemigo más fuerte es el pecado de
los hijos. Incluso en esta realidad podemos ver aquello de: “todo árbol bueno
se poda para que dé más fruto”. La Iglesia católica perdurará por todos los
siglos, así lo prometió su fundador: “las puertas del infierno no
prevalecerán”. En definitiva, los enemigos de Dios y de la Iglesia son enemigos
de la humanidad; pues ella es experta en humanidad. Los pecados de los hijos de
la Iglesia desfiguran el rostro de la madre, pero no la anulan. La Iglesia es
asistida por la santísima Trinidad.
P. Arnaldo Alvarado
arnaldo.alvar@gmail.com
Jr. Unanue 300