Triduo pascual. Sábado santo: el
silencio ante el mal y la esperanza
Descendió al lugar de los
muertos
El sábado santo es el segundo día del triduo pascual. Es
el tiempo que Cristo yace muerto y sepultado. Está acompañado por sus discípulos
y María su Madre. Es el día del gran silencio, duelo, sorprendidos del mal que
podemos cometer y padecer. Hoy muchas personas viven el sábado santo al estar
junto a la tumba de sus familiares y amigos fallecidos por el COVID-19.
¡Qué duro es perder para esta vida una persona querida! Jesús
ha sido el grano de trigo que cayó, murió y dio fruto. En efecto, con la muerte
del Señor ha sido posible la salvación universal. Incluso hasta los justos del
antiguo testamento (descendió a los infiernos). Él ha muerto por ti, por mí y
por todos. Pero el Dios de la fe es amor y libertad ¿Asumes el amor hasta el
extremo de Dios y te haces parte de él? ¿Abres tu puerta a quién apostó por ti?
¿Le das la cara o la espalda?
¿Cómo se puede vivir este día con la familia? Es un día
de oración, silencio, reflexión, penitencia, consuelo, obra caritativa, asombro
por la muerte de un justo e inocente, pero con la fuerza de la esperanza. Es
quedarse por un instante frente a la muerte y el mal. Que todos en algún
momento lo experimentamos. El mal no puede ser la última palabra, sino que será
vencido con la resurrección del Señor de la vida.
Nos asusta el futuro incierto, la muerte y eso es
natural. Pues el sentido de nuestra vida es vivir. En efecto, la muerte ha sido
el salario del pecado, pero la muerte también ha sido transformada en Vida eterna
por la muerte de Cristo.
La madre y amigos de Jesús apenas se sostenían en pie en
este día junto a la tumba de Jesús. Hoy acompañamos a tantas personas y
familias que permanecen en pie, con asombro y casi sin fuerzas frente a los
signos de la muerte, pérdidas de sus seres queridos afectados por la pandemia,
la opresión de las injusticias, el atropello a la dignidad de la persona y su
entorno, las violencias y el galope a ciegas de las ideologías que arrasa con
todo ser humano sin darle importancia a las consecuencias. Es duro estar como
actores y como inocentes en esas situaciones de injusticias.
Recuerda que si algo pasa y no está en nuestros planes
hay que encontrar el sentido. De una crisis nunca se sale igual; o se sale peor
o mejor. Apostemos salir mejor, para crecer y aprender. Nos toca darle motivos
para sacar fuerzas donde parece que ya no hay. Si aún no lo encuentras ten paciencia,
perseverancia y buen humor. Sí, siempre hay alguien por y con quién llevar. El
mal en cualquiera de sus versiones es pasajero, limitado y corto. Hay esperanza
porque hay vida.
P. Arnaldo Alvarado
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