Foto: Mises Repor
«Un
hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y
volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro,
diciéndoles: "Negocien mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que lo
aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que
él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los
empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado
cada uno. (Lucas (19,11-28).
Cada
uno de los empleados reciben las onzas. La onza más que una moneda era una
medida contable. Equivalía más o menos a 570 jornadas de trabajo. Pues cada uno
recibe mucho.
En efecto
cada uno de nosotros hemos recibido mucho, aunque no nos demos cuenta. Puede
que haya pasado algo en tu vida que te impida reconocer todos los beneficios
que has recibido como: tu familia, la fe, tus amigos, la sociedad, el trabajo. Ahora
nos toca ser responsables. Hacer que todo aquello que hemos recibido rinda frutos
y muchos. Lo que tengas compártelo, así sea poquito que salga de un corazón
generoso.
Entonces
mientras estamos en esta vida nos toca hacer fructificar todo lo recibido.
Puesto que después de esta vida, además, tenemos que rendir cuentas a Dios
autor de todos los bienes. En concreto qué podrías compartir, veamos: vivimos,
trabajos, estudiamos con personas, respetemos especialmente a los más
indefensos; tenemos la fe bautismal, hagamos apostolado mediante el contagio
del buen estilo; tenemos la salud, quizá visitar a un enfermo; si tenemos
trabajo, que sea un buen servicio; tenemos bienes de la creación como el agua,
el sol, las plantas, cuidemos nuestra casa común.
¿Te
animas a reconocer, valorar lo que has recibido y hacer que rindan frutos? ¿Agradeces
y tienes esperanza antes que expresar una queja por algo que no te sale o no lo
esperabas?
.
P.
Arnaldo Alvarado
20 noviembre
2019
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