Foto: Infocatólica
¡Ay
de ustedes, fariseos, que les encantan los asientos de honor en las sinagogas y
las reverencias por la calle!
La
conducta farisaica se caracteriza por el afán desmedido de quedar bien,
aparentar bien ante los demás. Pero dentro, en sus mentes y corazones, hay muchas
cosas torcidas.
Jesús
nos invita a la rectitud de nuestros comportamientos. Que nuestro pensar,
sentir y obrar expresen la misma intención. La pregunta es ¿Cuál es el motivo de
aquello que haces?
Todos
podemos equivocarnos en la intención al emprender o en el desarrollo de alguna
iniciativa incluso apostólica. La grandeza de nuestra parte está en darnos
cuenta y rectificar la intención. Además, se trata de hacer la batalla a uno
mismo de modo inmediato sin postergar. Es difícil recomenzar porque se trata de
superar el qué dirán, qué pensarán, cómo me mirarán, pero es la mejor forma de
expresar tu personalidad.
El
afán de servicio y la humildad es una cualidad del discípulo de Jesús. El Señor
mismo se ha mostrado como ejemplo. Si tienes algo bueno (fe, bienes materiales,
sabiduría, don de palabra, arte, etc.) que los demás no tienen compártelo.
Se
trata de dar con generosidad, como si no se debe a nuestro propio mérito. Reconoce
que es un regalo y una oportunidad que Dios te da para servir. ¿Te comprometes
con tus cualidades, talentos, tu desempeño profesional para poner al servicio
de las personas? ¿Rectificas tu intención cuando te das cuenta que algo no va? ¿Asumes
compromisos decididos sin mirar atrás?
15
de octubre 2019
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