La familia es la clave para todo. Este dato se puede
constatar desde las diversas ciencias particulares y evidentemente desde las
ciencias sapienciales de la filosofía y teología. El hombre existe para alguien.
El Papa Francisco a lo largo de todo su pontificado
viene recordando cosas importantes sobre la familia. Aún más este año donde
tuvo lugar el Sínodo de los obispos sobre la familia. Pensemos en nuestras
familias. Seguramente muchas de las cosas que dice el vicario de Cristo en la
tierra sucede en nuestros hogares. Veamos un detalle. Se trata el de sentarnos
juntos a la mesa.
El hogar es un lugar de detalles que podemos vivir según
nuestra condición que hace la vida grata. El Papa Francisco señala:
“la convivialidad, es decir, la actitud de compartir los bienes de la
vida y ser felices de poderlo hacer. ¡Compartir y saber compartir es una virtud
preciosa! Su símbolo, su «icono», es la familia reunida alrededor de la mesa
doméstica. Compartir los alimentos —y por lo tanto, además de los alimentos,
también los afectos, las historias, los acontecimientos…— es una experiencia
fundamental. Cuando hay una fiesta, un cumpleaños, un aniversario, nos reunimos
alrededor de la mesa. En algunas culturas es habitual hacerlo también por el
luto, para estar cerca de quien se encuentra en el dolor por la pérdida de un
familiar”. Se trata de aprovechar el tiempo con quienes lo necesitan
urgentemente. La caridad empieza primero por casa y luego se irradia hacia fuera.
Sigue
diciendo el Papa Francisco: “La convivialidad es un termómetro seguro para
medir la salud de las relaciones: si en la familia hay algo que no va bien, o
alguna herida escondida, en la mesa se percibe inmediatamente. Una familia que
no come casi nunca junta, o en cuya mesa no se habla sino que se ve la
televisión, o el smartphone,
es una familia «poco familia». Cuando los hijos en la mesa están pegados al
ordenador, al móvil, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, es una
pensión”. La mesa es expresión de unidad. El signo terreno más grande de
compartir la comida como expresión del fruto del trabajo. El mirarse a los ojos
y el servicio diligente dicen mucho de cómo está la familia. Esto trasladado al
ámbito sobrenatural, esto es, a la Eucaristía es la comunión más grande que hay
entre el cielo y la tierra.
¡Cuidado
con los egoísmos!. “Hoy muchos contextos sociales ponen obstáculos a la
convivialidad familiar. Es verdad, hoy no es fácil. Debemos encontrar el modo
de recuperarla; en la mesa se habla, en la mesa se escucha. Nada de silencio,
ese silencio que no es el silencio de las monjas de clausura, es el silencio
del egoísmo donde cada uno se dedica a lo suyo, o la televisión o el ordenador…
y no se habla. No, nada de silencio. Hay que recuperar esta convivialidad familiar,
adaptándola a los tiempos…Cuando no hay convivialidad hay egoísmo, cada uno
piensa en sí mismo…¡Es un poco vergonzoso!”.
P. Arnaldo Alvarado
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