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martes, 13 de marzo de 2018

Catecismo de la familia

Catecismo de la familia a la luz de Amoris Laetitia, la famlia pregunta y el Papa Responde



La Prelatura de Yauyos (Perú), lanzó recientemente el “Catecismo de la Familia”, un documento que busca ayudar a la formación pastoral de los matrimonios con mensajes obtenidos de la exhortación apostólica Amoris laetitia del Papa Francisco, así como del Catecismo de la Iglesia Católica.
En el prólogo, el Obispo Prelado de Yauyos, Mons. Ricardo García García, explica que el libro busca “difundir y recordar” las “enseñanzas y recomendaciones” del Papa Francisco sobre la familia.
El texto, señala el obispo peruano, está dividido en cuatro partes. La primera “está básicamente desarrollada según la estructura de la exhortación apostólica post sinodal Amoris laetitia del Papa Francisco”, en modo de preguntas y respuestas.
La segunda sección, indica, “presenta a modo de sugerencia siete temas para la preparación del matrimonio”.
“La tercera parte incluye un esquema para jornadas de reflexión”, mientras que la cuarta y última parte del libro “contiene un pequeño devocionario cristiano”.
“La estructura del libro es de tal manera que pueda ser leído desde cualquier punto”.
El Catecismo de la Familia ha sido desarrollado por los sacerdotes Héctor Francia, licenciado en Sagradas Escrituras, y Arnaldo Alvarado, licenciado en Filosofía.
Mons. García García recuerda que “el futuro de la humanidad se forja en la familia”, y destaca que la solución a las crisis familiares pasan por “conocer mejor la naturaleza de la familia: virtudes humanas y sobrenaturales, vida de oración, compromiso solidario y sacramentos”.
“Para contribuir al cambio cultural hay que invertir energías y tiempo, luego vendrán los frutos”, asegura.
El libro se puede adquirir en la librería de la Conferencia Episcopal Peruana (EPICONSA), en Lima.
Más información: secretario@prelaturayauyos.org
 P. Arnaldo Alvarado

miércoles, 17 de enero de 2018

Información de rutas de acceso para la Misa Papa Francisco en Lima

Tomas las medidas oportunas en este día de fiesta...
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Todo sobre el Papa Francisco en el Perú

Todo sobre el Papa en su visita al Perú

1)    ¿Quién es el Papa?
El Papa, Obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia. Es el Vicario de Cristo, cabeza del colegio de los obispos y pastor de toda la Iglesia, sobre la que tiene, por institución divina, la potestad plena, suprema, inmediata y universal. (cfr. Compendio CIgC 182)

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2)    ¿Cuál es la misión del Papa?
Como sucesor de san Pedro y cabeza del colegio episcopal, el Papa es el garante de la unidad de la Iglesia. Tiene la potestad pastoral suprema y es la autoridad máxima en las decisiones doctrinales y disciplinares.
Jesús otorgó a Pedro una primacía única entre los apóstoles. Esto le convirtió en la autoridad suprema de la Iglesia primitiva. Roma, la Iglesia local al frente de la cual estaba Pedro, y el lugar de su martirio, se convirtió después de su muerte en la orientación interior de la Iglesia naciente. Toda comunidad debía estar de acuerdo con Roma; ésta era la regla de la fe recta, plena y apostólica. Hasta nuestros días, todo obispo de Roma, como Pedro, es el supremo Pastor de la Iglesia, cuya verdadera Cabeza es Cristo. Sólo en esta función es el Papa el «Vicario de Cristo en la tierra». Como autoridad suprema pastoral y doctrinal, vela por la transmisión auténtica de la fe. Si es necesario debe retirar el permiso de enseñanza o suspender a ministros ordenados en casos de faltas graves en su ministerio en cuestiones de fe y moral. La unidad en cuestiones de fe y moral, que está garantizada por el magisterio, al frente del cual está el Papa, constituye una parte de la capacidad de resistencia y del atractivo de la Iglesia católica. (cfr. Youcat 141).
3)    ¿Quién constituyó a San Pedro como el primer Papa? ¿Cuándo y cómo?
Fue designado directamente por Jesucristo cuando le dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” (Mt 16,16). Esta promesa Cristo la va a ratificar poco antes de subir al Cielo cuando por tres ocasiones preguntó a Pedro si lo amaba, y por tres veces Pedro contestó que sí, a lo que Nuestro Señor le dijo: “Apacienta mis ovejas” (cfr. Jn 21, 15-17).
4)    ¿San Pedro tenía conciencia de ser el primer Papa, es decir, tenía conciencia de la responsabilidad que Jesús le había dado? ¿Ejerció esa responsabilidad?
Sí, y la ejerció desde que Jesucristo lo constituyó como principio y fundamento de la unidad de la Iglesia (cfr. Mt 16,16). Por ejemplo, es el primero en admitir a los paganos en la fe traída por Cristo (cfr. Hch 10,34-43)
5)    ¿Gozaba Pedro de gran aprecio entre los primeros cristianos?
Sí, lo cual lo demuestra entre otros sucesos, cuando Pedro fue encarcelado, los cristianos, preocupados por su suerte, rezaban por él fervientemente (cfr. Hch 12, 5-12)
6)    ¿Los sucesores de Pedro, el primer Papa, tienen sus mismas funciones?
Sí, conservan las mismas funciones.
Aquí usted puede saber todo sobre la visita del Papa Francisco al Perú  http://www.elpapaenperu.pe/

P. Arnaldo Alvarado

martes, 5 de diciembre de 2017

Claves para la orientación vocacional: Escuchar, discernir, vivir

Claves para la orientación vocacional: Escuchar, discernir, vivir
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¿Quién soy? ¿Qué puedo hacer en la vida? Son preguntas fundamentales que todo adolescente y joven particularmente tiene que resolver. A continuación, el texto completo del mensaje del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo mes de octubre se celebrará la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que estará dedicada a los jóvenes, en particular a la relación entre los jóvenes, la fe y la vocación. En dicha ocasión tendremos la oportunidad de profundizar sobre cómo la llamada a la alegría que Dios nos dirige es el centro de nuestra vida y cómo esto es el «proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todo tiempo» (Sínodo de los Obispos, XV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, introducción).
Esta es la buena noticia, que la 55ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos anuncia nuevamente con fuerza: no vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina.
También en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría.
En la diversidad y la especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita escuchar, discernir y vivir esta palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad.

Estos tres aspectos —escucha, discernimiento y vida— encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc 4,16-21).
Escuchar
La llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón.
Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.
Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros.
También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.
Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios para nosotros.
Como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17,21), y sólo podemos percibir sus signos cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos entrar en las profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).
Discernir
Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías, discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
Del mismo modo, cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, II, 2).
Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios.

Como un viento que levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.
También hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión.
Vivir
Por último, Jesús anuncia la novedad del momento presente, que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar el amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,20).
La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora.
Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.
El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.
María Santísima, la joven muchacha de periferia que escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos proteja y nos acompañe siempre en nuestro camino.
Fuente: 5.12.2017https://www.aciprensa.com/noticias/texto-mensaje-del-papa-francisco-sobre-el-discernimiento-vocacional-95684


miércoles, 1 de noviembre de 2017

¿Qué hay después de la vida terrena?

La muerte y la vida ¿Hay algo más después de la vida terrena?

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La razón humana ante la experiencia de los signos de la muerte reclama un medio más fuerte para entenderla. Se ha pensado mucho sobre ella. Autores como Nietzsche, Sartre, Camus se han rendido ante el peso oscuro.

Pero ¿Cómo entender la muerte? ¿Cuál es su sentido? ¿Cómo esperar la vida incluso después del paso del tiempo? Son aspiraciones humanas que pueden ser respondidas desde el autor de la vida: Cristo.
¿Qué es la muerte?
La muerte es la separación del alma y el cuerpo.
Desde la visión cristiana ¿Cuál es el sentido de la muerte?
El sentido de la muerte cristiana es incorporarnos a la muerte de Cristo para pagar por nuestros pecados y pasar de este mundo al encuentro con Dios, en una glorificación semejante a la suya.
¿Qué quiere decir la resurrección de la carne?
La resurrección de la carne quiere decir que al fin del mundo resucitaremos todos, volviendo a tomar cada alma el cuerpo que tuvo en esta vida, para nunca más morir.
¿Qué significa el término carne?
El término carne designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad.
¿La vida cristiana en la tierra es participación en la resurrección de Cristo?
Gracias al Espíritu Santo, la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la resurrección de Cristo.
¿Quiénes resucitarán?
Resucitarán todos los hombres que han muerto: «los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; y los que hicieron el mal saldrán para la resurrección del juicio” (Jn 5, 29).
¿Por qué ha dispuesto Dios la resurrección de los cuerpos?
Dios ha dispuesto la resurrección de los cuerpos para que, habiendo el alma obrado el bien o el mal junto con el cuerpo, sean también junto con su alma premiados o castigados.
¿Cómo será la resurrección de la carne?
No sabemos de qué modo resucitará la carne, en todo caso es preciso apelar al poder infinito de Dios.
En conclusión: acepta tu vida como un don y una responsabilidad. Puedes ser feliz ya pero totalmente en el más allá. Prepárate para la inmortalidad con tus buenas acciones.


P. Arnaldo Alvarado

viernes, 29 de septiembre de 2017

La esperanza, mantiene en pie la vida

Nadie nos robará la esperanza. ¡Vayamos adelante!

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«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! En este tiempo nosotros estamos hablando de la esperanza; pero hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre los enemigos de la esperanza, porque la esperanza tiene sus enemigos. Como cada bien en este mundo, tiene sus enemigos.
Y me ha venido a la mente el antiguo mito del vaso de Pandora: la apertura del vaso desencadena tantas desgracias para la historia del mundo. Pocos, pero, recordando la última parte de la historia, que abre una rendija de luz: después de que todos los males han salido de la boca del vaso, un minúsculo don parece tomarse la revancha ante todo ese mal que se difunde. Pandora, la mujer que tenía en custodia el vaso, lo entrevé al final: los griegos lo llaman elpìs, que quiere decir esperanza.
Este mito nos narra porque es tan importante para la humanidad la esperanza. No es verdad que ‘hasta que hay vida, hay esperanza’, como se suele decir. Más bien es lo contrario: es la esperanza que tiene en pie la vida, la protege, la custodia y la hace crecer. Si los hombres no hubieran cultivado la esperanza, si no se hubieran sostenido en esta virtud, no habrían salido jamás de las cavernas,y no habrían dejado huellas en la historia del mundo. Es lo que más divino pueda existir en el corazón del hombre.
Un profeta francés -Charles Péguy- nos ha dejado páginas estupendas sobre la esperanza (Cfr. El pórtico del misterio de la segunda virtud). Él dice poéticamente que Dios no se maravilla tanto por la fe de los seres humanos y mucho menos por su caridad; en cambilo lo que verdaderamente lo llena de maravilla y emoción es la esperanza de la gente. ‘Que esos pobres hijos -escribe- vean como van las cosas y que crean que irá mejor mañana’. La imagen del poeta evoca los rostros de tanta gente que ha transitado por este mundo -campesinos, pobres obreros, emigrantes en busca de un futuro mejor- que han luchado tenazmente no obstante la amargura de un hoy difícil, colmado de tantas pruebas, animado pero por la confianza que los hijos tendrían una vida más justa y más serena. Luchaban por sus hijos, luchaban en la esperanza.
La esperanza es el impulso en el corazón de quien parte dejando la casa, la tierra, a veces familiares y parientes -pienso en los migrantes- para buscar una vida mejor, más digna para sí y para sus seres queridos. Y es también el impulso en el corazón de quien los acoge: el deseo de encontrarse, de conocerse, de dialogar…
La esperanza es el impulso a ‘compartir el viaje’, porque el viaje se hace de a dos: los que vienen a nuestra tierra, y nosotros que vamos hacia sus corazones, para entenderlos, para entender su cultura, su lengua. Es un viaje de a dos, pero sin esperanza ese viaje no se puede hacer. La esperanza es el impulso a compartir el viaje de la vida, como nos recuerda la Campaña de Caritas que hoy inauguramos. (Aplausos: sí para la Cáritas) ¡Hermanos, no tengamos miedo de compartir el viaje! ¡No tengamos miedo! ¡No tengamos miedo de compartir la esperanza!
La esperanza no es una virtud para gente con el estómago lleno. Por esto desde siempre, los pobres son los primeros portadores de la esperanza. Y en este sentido podemos decir que los pobres, también los mendigos, son los protagonistas de la Historia.
Para entrar en el mundo, Dios ha necesitado de ellos: de José y de María, de los pastores de Belén. En la noche de la primera Navidad había un mundo que dormía, recostado en tantas certezas adquiridas. Pero los humildes preparaban escondidamente la revolución de la bondad. Eran pobres de todo, alguno emergía un poco sobre el umbral de la supervivencia, pero eran ricos del bien más precioso que existe en el mundo, es decir, el deseo del cambio.
A veces, haber tenido todo de la vida es una desgracia. Piensen en un joven al cual no le han enseñado la virtud de la espera y de la paciencia, que no ha tenido que sudar para nada, que ha quemado las etapas y a veinte años ya sabe cómo va el mundo; la ha sido destinada la peor condena: aquella de no desear más nada. Es esta la peor condena: cerrar la puerta a los deseos, a los sueños. Parece un joven, en cambio ha bajado el otoño sobre su corazón. Son los jóvenes del otoño.
Tener un alma vacía es el peor obstáculo a la esperanza. Es un riesgo al cual nadie puede estar excluido; porque ser tentados contra la esperanza puede suceder también cuando se recorre el camino de la vida cristiana.
Los monjes de la antigüedad habían denunciado uno de los peores enemigos del fervor. Decían así: ese ‘demonio del mediodía’ que va juntarse a una vida de empeño, justamente cuando en lo alto arde el sol. Esta tentación nos sorprende cuando menos lo esperamos: las jornadas se vuelven monótonas y aburridas, ningún valor más parece merecer la fatiga. Esta actitud se llama desidia y corroe la vida desde dentro hasta dejarla como un contenedor vacío.
Cuando esto sucede, el cristiano sabe que esa condición debe ser combatida, jamás aceptada pasivamente. Dios nos ha creado para la alegría y para la felicidad, y no para complacernos en pensamientos melancólicos. Es por esto que es importante cuidar el propio corazón, oponiéndonos a las tentaciones de infelicidad, que seguramente no provienen de Dios.
Y allí donde nuestras fuerzas parecieran débiles y la batalla contra la angustia particularmente dura, podemos siempre recurrir al nombre de Jesús. Podemos repetir esa oración simple, de la cual encontramos huellas también en los Evangelios y que se ha convertido en el fundamento de tantas tradiciones espirituales cristianas: “¡Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mi pecador!”. ¡Bella oración! “¡Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, ten piedad de mi pecador!”. Esta es una oración de esperanza, porque me dirijo a Aquel que puede abrir de par en par las puertas y resolver los problemas y hacerme ver el horizonte, el horizonte de la esperanza.
Entretanto hermanos y hermanas, no estamos solos a combatir contra la desesperación. Si Jesús ha vencido al mundo, es capaz de vencer en nosotros todo lo que se opone al bien. Si Dios está con nosotros, nadie nos robará esa virtud de la cual tenemos absolutamente necesidad para vivir. Nadie nos robará la esperanza. ¡Vayamos adelante!».
Fuente:https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-catequesis-del-papa-francisco-en-la-audiencia-del-27-de-septiembre-de-2017/




viernes, 22 de septiembre de 2017

Vive, ama, cree, sueña

Educar a la esperanza 
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Las enseñanzas del Papa Francisco siempre es buen mensaje para todos. Quisiera compartir la última catequesis sobre la esperanza.
Hoy tratamos sobre el tema ‘educar a la esperanza’, por eso usaré el tú, imaginando conversar con un joven o con cualquier persona dispuesta a aprender.
¡Donde Dios te ha plantado, espera! No cedas al desánimo. Recuerda que el enemigo que tienes que derrotar está dentro de ti. Cree firmemente que este mundo es un milagro de Dios, que él nos da la gracia de realizar nuevos prodigios, porque la fe y la esperanza caminan juntas. Confía en Dios Creador, que llevará su creación a cumplimiento definitivo, en el Espíritu Santo que guía todo el bien, en Cristo que nos espera al final de nuestra existencia.
Nunca pienses que has luchado en vano, que al final de la vida nos espera el naufragio. Dios no nos engaña, llevará a plenitud, como una eterna primavera, la esperanza que ha puesto en nuestro corazón. No te quedes paralizado, levántate, camina, confía, sueñaSé constructor de paz y no de odio o división. Ama a tu prójimo, respeta el camino de cada uno, sé compasivo y justo. Sueña con un mundo nuevo. Pide a Dios la gracia de ser valiente. Recuerda que Jesús venció por nosotros al miedo, el enemigo más grande contra nuestra fe. Reconoce que por el Bautismo tu vida pertenece a Cristo y él vive en ti, y a través tuyo, con su mansedumbre, quiere someter a los enemigos del hombre: el pecado, el odio, el crimen, la violencia.
Recuerda que no eres superior a nadie y que, como cristiano, eres hermano de todos. Cultiva ideales y sé fiel a ellos. Y si te equivocas, no dudes en levantarte siempre, pues no somos infalibles, y el Hijo de Dios ha venido para rescatarnos a todos. Vive, ama, cree, sueña. Dios es tu amigo, y con su gracia, nunca caigas en la desesperación.

Atte, P. Arnaldo Alvarado



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