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miércoles, 19 de septiembre de 2018

Ecos de amor: recordar, renovar, orar, vitalizar, fraternizar


Homilía del Papa Francisco con las religiosas de clausura en Perú
Recordar, renovar, orar, vitalizar, fraternizar
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Queridas hermanas de los diversos monasterios de vida contemplativa: ¡Qué bueno es estar aquí, en este Santuario del Señor de los Milagros, tan frecuentado por los peruanos, para pedirle su gracia y para que nos muestre su cercanía y su misericordia! Él, que es «faro que guía, que nos ilumina con su amor divino».
Al verlas a ustedes aquí, me viene un mal pensamiento: que aprovecharon para salir del convento un rato y dar un paseíto. Gracias Madre Soledad por sus palabras de bienvenida y a todas ustedes que «desde el silencio del claustro caminan siempre a mi lado». Y también me lo van a permitir porque me toca al corazón: desde aquí mandar un saludo a mis cuatro carmelos de Buenos Aires. También a ellas las quiero poner ante el Señor de los Milagros porque ellas me acompañaron en mi ministerio en aquella diócesis y quiero que estén aquí para que el Señor las bendiga. ¿No se ponen celosas, no?
Escuchamos las palabras de San Pablo, recordándonos que hemos recibido el espíritu de adopción filial que nos hace hijos de Dios (cf. Rm 8,15-16). Esas pocas palabras condensan la riqueza de toda vocación cristiana: el gozo de sabernos hijos.
Esta es la experiencia que sustenta nuestras vidas, la cual quiere ser siempre una respuesta agradecida a ese amor. ¡Qué importante es renovar día a día este gozo! Sobre todo en los momentos en que el gozo parece que se fuera, el alma está nublada, hay cosas que no se entienden. Ahí volverlo a pedir y renovar: soy hija, soy hija de Dios.
Un camino privilegiado que tienen ustedes para renovar esta certeza es la vida de oración, oración comunitaria y personal. La oración es el núcleo de vuestra vida consagrada, este vida contemplativa.  Es el modo de cultivar la experiencia de amor que sostiene nuestra fe, y como bien nos decía la Madre Soledad, es una oración siempre misionera. No es una oración que rebota en los muros del convento y vuelve para atrás. Es una oración que va y sale y sale.
La oración misionera es la que logra unirse a los hermanos en las variadas circunstancias en que se encuentran y rezar para que no les falte el amor y la esperanza.
Así lo decía Santa Teresita del Niño Jesús: «Entendí que solo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase el amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno… en el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor».[1]
Ojalá que cada una de ustedes pueda decir esto. Si alguna está media flojita y se le apagó el fueguito del amor: pida, pida, pues es un regalo de Dios poder amar, ¡Ser el amor! Es saber estar al lado del sufrimiento de tantos hermanos y decir con el salmista: «En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo» (Sal 117,5). Así vuestra vida en clausura logra tener un alcance misionero y universal y «un papel fundamental en la vida de la Iglesia».
Recen e interceden por muchos hermanos y hermanas presos, emigrantes, refugiados y perseguidos; por tantas familias heridas, por las personas en paro, por los pobres, por los enfermos, por las víctimas de dependencias, por no citar más que algunas situaciones que son cada día más urgentes.
Ustedes son como aquellos amigos que llevaron al paralítico ante el Señor, para que lo sanara. No tenían vergüenza, eran sinvergüenzas, pero bien dicho, no tuvieron vergüenza de hacer un agujero en el techo y bajar al paralítico (cf. Mc 2,1-12). Sean sinvergüenzas. No tengan vergüenza de hacer con la oración que el poder, que la miseria de los hombres se acerque al poder de Dios.  Esa es la oración vuestra.
Por la oración, día y noche, acercan al Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que por diversas situaciones no pueden alcanzarlo para experimentar su misericordia sanadora, mientras que Él los espera para llenarlos de gracias.
Por vuestra oración ustedes curan las llagas de tantos hermanos.[2]  Por eso mismo podemos afirmar que la vida de clausura no encierra ni encoge el corazón sino que lo ensancha. ¡Ay de la monja que tiene el corazón encogido! Por favor, busquen remedio, no se puede ser monja contemplativa con el corazón encogido. Que vuelva a respirar, que vuelva a ser un corazón grande. Además las monjas encogidas son monjas que han perdido la fecundidad, que no son madres, se quejan de todo. No sé, amargadas.  Siempre están buscando un triquis miquis para quejarse. La santa madre decía ¡Ay de la monja que dice me hicieron sin razón!, me hicieron una injusticia. En el convento no hay lugar para las coleccionistas de injusticias, sino hay lugar para aquellas que abren el corazón y saben llevar la cruz, la cruz fecunda, la cruz del amor, la cruz que da vida.
El amor ensancha el corazón y por el trato con el Señor, vamos adelante porque él nos hace capaz de sentir de un modo nuevo el dolor, el sufrimiento, la frustración, la desventura de tantos hermanos que son víctimas en esta «cultura del descarte» de nuestro tiempo.
Que la intercesión por los necesitados sea la característica de vuestra plegaria. Con los brazos en alto como Moisés con el corazón así pidiendo. Y cuando sea posible ayúdenlos, no solo con la oración, sino también con algún servicio concreto. ¡Cuántos conventos de ustedes sin faltar a la clausura, en algunos momentos en el locutorio pueden hacer tanto bien.  La oración de súplica que se hace en sus monasterios sintoniza con el Corazón de Jesús que implora al Padre para que todos seamos uno, así el mundo creerá (cf. Jn 17,21).
¡Cuánto necesitamos de la unidad de la Iglesia! que todos sean uno. ¡Cuántos necesitamos que los bautizados sean uno, que los consagrados sean uno, que los sacerdotes sean uno, que los obispos sean uno! ¡Hoy y siempre! Unidos en la fe. Unidos por la esperanza. Unidos por la caridad. En esa unidad que brota de la comunión con Cristo que nos une al Padre en el Espíritu y, en la Eucaristía, nos une unos con otros en ese gran misterio que es la Iglesia.  Les pido, por favor, que recen mucho por la unidad de esta amada Iglesia peruana porque está tentada de desunión.  A ustedes le encomiendo la unidad, la unidad de la Iglesia, la unidad de los agentes pastorales, de los consagrados, del clero y de los obispos,
El demonio es mentiroso y además es chismoso. Le encanta andar llevando de un lado por el otro, busca dividir, quiere que en la comunidad unas hablen mal de las otras. Esto lo he dicho muchas veces así que lo repito. ¿Saben lo qué es la monja chismosa? Es terrorista, peor que los de los de Ayacucho hace años, peor, porque el chisme es como una bomba: entonces va... como el demonio, tira la bomba, destruye y se va tranquilo. Monjas terroristas no, sin chisme, ya saben que el mejor remedio para no chismear... morderse la lengua,  la enfermera va a tener trabajo porque se le va a inflamar la lengua, pero no tiraron la bomba: que no haya chismes en el convento porque eso lo inspira el demonio, porque es chismoso por naturaleza y es mentiroso.  Y acuérdense de los terroristas de Ayacucho cuando tengan ganas de pasar un chisme.
Esfuércense en la vida fraterna, haciendo que cada monasterio sea un faro que pueda iluminar en medio de la desunión y la división.  Ayuden a profetizar que esto es posible. Que todo aquel que se acerque a ustedes pueda pregustar la bienaventuranza de la caridad fraterna, tan propia de la vida consagrada y tan necesitada en el mundo de hoy y en nuestras comunidades.  Cuando se vive la vocación en fidelidad, la vida se hace anuncio del amor de Dios.
Les pido que no dejen de dar ese testimonio. En esta Iglesia de Nazarenas Carmelitas Descalzas, me permito recordar las palabras que la gran Maestra de vida espiritual, Santa Teresa nos decía: «Si pierden la guía, que es el buen Jesús, nunca acertarán el camino. […]  Siempre detrás de Él. Ah Padre pero a veces Jesús termina en el Calvario. Pues andá vos ahí también, porque ahí también te espera porque te quiere.  Porque el mismo Señor dice que es camino; también dice el Señor que es luz, y que no puede nadie ir al Padre sino por Él».[3]
Queridas hermanas, sepan una cosa, la Iglesia no las tolera a ustedes ¿eh? ¡Las necesita!.  La Iglesia las necesita con su vida fiel sean faros e indiquen a Aquel que es camino, verdad y vida, al único Señor que ofrece plenitud a nuestra existencia y da vida en abundancia. [4]
Y recen por la Iglesia, recen por los pastores, por los consagrados, por las familias, por los que sufren, por los que hacen daño, y destruyen tanta gente, por los que explotan a sus hermanos. Y por favor siguiendo con la lista de pecadores, no se olviden de rezar por mí. Gracias.
Fuente: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-homilia-del-papa-francisco-con-las-religiosas-de-clausura-en-peru-55980


jueves, 30 de agosto de 2018

Perseverancia



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¿Qué hacer cuando aparecen las dificultades? Se deteriora tu salud, notas los límites de tu persona, la confianza en las personas de tu familia se deteriora, han sucedido cosas inesperadas con los amigos, tu situación económica no marcha bien, las metas propuestas no se cumplen. Ante este panorama:
1.    Ora, cuéntale a Dios “que Él se interesa por ti”
2.    No condenes el momento o las personas
3.    Entiende que es la ocasión de crecer, y de sacar más fuerzas
4.    Aprende de los errores y no rumees tu desolación.
5.    Dialoga con quienes te pueden ayudar. Nunca el silencio es un remedio, siempre hay gente preparada para apoyarte.
6.    Agradece a Dios por esa oportunidad para ser más persona.

lunes, 9 de julio de 2018

Amor y odio

 ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?


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Comparto esta historia:

Un día un maestro preguntó a sus discípulos lo siguiente:
- ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?


Los discípulos pensaron unos momentos:
- Porque perdemos la calma, dijeron.

Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, preguntó el maestro.
¿No es posible hablarle en voz baja?
¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?

Los discípulos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al maestro.  Finalmente él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho.

Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.-
¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?
Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Porque sus corazones están muy cerca.
La distancia entre ellos es muy pequeña.

El maestro continuó: - Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede?
No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor.
Finalmente, no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo.
Así es cuando están cerca dos personas que se aman.

Luego el maestro dijo:- Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, porque llegará un día en que la distancia sea tan grande, que no encontrarán de nuevo el camino de regreso.

sábado, 7 de julio de 2018

Investigación: sendero y límite

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Rendirse ante la realidad denota alto grado de humanidad. Pues la realidad es lo que es. Nos gustaría que sea de otra manera nuestro modo de ser, el de los acontecimientos históricos actuales, la marcha del universo; pero no. Ojalá tengamos ese humus. La humildad es reconocer la verdad venga de donde venga. Esta habilidad, si así queremos llamar,  nos sostiene en nuestra investigación en cualquier campo.

La presencia de ese soporte es clave. Puesto que nos sorprendemos ante aquello que no esperábamos ver. Estamos limitados por diversos factores en el campo de la investigación, pero no determinados por nada. Aquí radica la grandeza del ser humano que siempre rompe en novedades.

Un texto que me ha abierto horizontes es el que comparto: “Y primeramente, queriendo tú mostrarme cuánto resistes a los soberbios y das tu gracia a los humildes y con cuánta misericordia tuya ha sido mostrada a los hombres la senda de la humildad, por haberse hecho carne tu verbo y haber habitado entre los hombres, me procuraste, por medio de un hombre hinchado con monstruosísima soberbia, ciertos libros de los platónicos, traducidos del griego al latín”[1]. De lo que se desprende que el orgullo y la vanagloria puede ser muros que impidan el avance en la investigación.




[1] Agustín, Confesiones, VII, 9, 13.

viernes, 6 de julio de 2018

El escapulario: historia y significado


EL ESCAPULARIO
De nuestra Señora del Carmen

El Escapulario de la Virgen del Carmen - ACI Prensa

ERA UNA VEZ: El Padre John Higgins había sido invitado a comer una barbacoa con amigos; empacó su kit de misa y fue alrededor de las 6:00 pm. Llegó con gran apetito y fue recibido por unos 15 jóvenes, pero sonó el teléfono y todo cambió. Porque lo llamaron de un hospital para dar la extremaunción a un moribundo. Así que tuvo que conducir a unos 20 kilómetros a un hospital donde le habían llamado de emergencia. Condujo rápidamente porque la enfermera a cargo de la sala de emergencias, Anne, lo estaba esperando. Él la conocía a ella, a su marido y a los niños de la parroquia.
Cuando llegó pudo ver a los paramédicos a los pies de la única camilla ocupada allí, así que corrió y entró. Pero le oyó:“Lo sentimos Padre John es demasiado tarde. Se ha ido” dijo Anne, sonriendo. Ella tenía mucha compasión y entendió que había ido tan rápido como pudo.
Cuando miró vio que le estaban retirando los cables al hombre mayor y se dio cuenta que llevaba el Escapulario del Carmen, uno viejo de tela.
El Padre John cuenta: Me acerqué y dije: “Él está usando un viejo Escapulario del Carmen”. Pero cuando lo toqué apareció un pitido desde un monitor, al otro. La enfermera, Anne, dijo: “¿Qué hizo usted?”. Dije “¡Nada!”. Ella y otra enfermera saltaron y rápidamente volvieron a conectar los cables y llamaron pidiendo ayuda. Los paramédicos estaban con sus mandíbulas boquiabiertas.
El paciente abrió los ojos y dijo: “Oh, que bueno Padre, le estaba esperando; quiero hacer una confesión”.
Casi me caí de la impresiónYo no había hecho nada más que ver y tocar su escapulario. La siguiente cosa que pude ver era que estaban trabajando en él. Hicimos una confesión rápida y le di la absolución de emergencia mientras trabajabanUno de los paramédicos me preguntó si estaba bien y me senté en una silla. Un par de semanas más tarde el hombre vino a mí para la confesión y me dijo que el doctor no podía entender lo que pasó, y tuvo que romper el certificado de defunción que ya había empezado a llenar. Los paramédicos habían ido a verlo al hospital y le mostraron sus notas. En la parte inferior de la página que habían escrito la hora y el lugar de su muerte. Y luego en grandes letras en negrita había añadido “devuelto a la vida por Dios”.  Fuente: https://www.jovenescatolicos.es/2017/07/16/el-milagro-del-escapulario-de-la-virgen-del-carmen/

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Para saber del escapulario
El 16 de julio es la fiesta de nuestra Señora del Carmen. Esta devoción es difundida por la Orden de los Carmelitas. Esta es una ocasión para recibir el Escapulario y llevarlo por toda la vida.
¿Qué es el escapulario?
El Escapulario es una prenda de tela o medalla cuyas imágenes son el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen del Carmen. Es símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus hijos. Llevarlo es signo de consagración a María.
¿Cuál es el origen del escapulario?
Todo inició en el siglo XIII. Los Musulmanes se apoderaron de los lugares santos. Entonces los monjes del Carmelo y los cristianos se vieron obligados a retirarse de allí. Los religiosos carmelitas tenían serias dificultades tras ese cambio. Fue en esta circunstancia que un monje carmelita inglés llamado San Simón Stock, hombre penitente y de mucha santidad, fue elegido Superior General de la Orden. Él angustiado con la situación en que se encontraban, comenzó a suplicar incesantemente a la Virgen para que los protegiese.
En 1251 San Simón Stock mientras rezaba fervorosamente en su convento de Cambridge (Inglaterra) se le apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, portando en sus brazos al Niño Jesús y extendiéndole un escapulario le dijo: “Recibe, queridísimo hijo, este Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas. Todo aquel que muera con él revestido, no arderá en las llamas del infierno. Él es, pues, una señal de salvación, una seguridad de paz y de eterna alianza”. Estas son las promesas de nuestra Madre del Cielo para todo aquel que lleve esta prenda de María.
En 1314 la Madre de Dios se apareció al Papa Juan XXII confirmando su especial protección a los que usasen el escapulario, y prometiendo además que los libraría del purgatorio el primer sábado después de la muerte. Desde aquella época Pontífices, monarcas, personajes ilustres, religiosos de otras órdenes y personas de todas las condiciones a querer participar de este privilegio, recibiendo el escapulario como un símbolo de devoción a María Santísima y de salvaguarda contra los enemigos del alma y del cuerpo.
¿Cómo llevar el escapulario?
Llevar el escapulario supone algunas exigencias. Los compromisos son:
ü Se debe llevar siempre y no quitarse para nada.
ü Imitar las virtudes de la Madre de Dios.
ü Vivir de acuerdo con las enseñanzas del evangelio.
ü Recibir los sacramentos y profesar una devoción especial a la Santísima Virgen María que se expresa, al menos, con la recitación cotidiana de tres avemarías.
¿Por qué es importante llevar el escapulario?
ü  Nos protege ante los peligros y del pecado. La madre de Dios cuidará de quienes lleven con respeto y devoción el escapulario.
ü  Nos llevará al Cielo el sábado más próximo a nuestra muerte (si nos ha faltado purificarnos).

¿Cómo puedo recibir el escapulario?
Lo recibimos con devoción especialmente con ocasión de la fiesta de la Virgen del Carmen, el 16 de Julio o en algunas fiestas de la Virgen. Para recibirlo tenemos que tener presente:


  • ü  La primera vez lo impone el Sacerdote o diácono. Luego ya cada uno puede renovarlo cuando éste se deteriore. Para recibirlo estar en gracia de Dios, haberse confesado.
  • ü  Recordar que llevamos una prenda de nuestra Madre del Cielo.
  • ü  Manifestar el vivo deseo de mantener los compromisos (llevar vida cristiana buena, honrar a la Virgen María).
Esta es una devoción de predilección. Nuestra madre siempre nos protege, nos cuida e intercede por nosotros. Nosotros como hijos pequeños, siempre pequeños, la debemos venerar y tratar con mucho cariño.

Para recibir el escapulario pídelo en tu parroquia.

P. Arnaldo Alvarado
Seminario Mayor de Cañete

martes, 13 de marzo de 2018

Catecismo de la familia

Catecismo de la familia a la luz de Amoris Laetitia, la famlia pregunta y el Papa Responde



La Prelatura de Yauyos (Perú), lanzó recientemente el “Catecismo de la Familia”, un documento que busca ayudar a la formación pastoral de los matrimonios con mensajes obtenidos de la exhortación apostólica Amoris laetitia del Papa Francisco, así como del Catecismo de la Iglesia Católica.
En el prólogo, el Obispo Prelado de Yauyos, Mons. Ricardo García García, explica que el libro busca “difundir y recordar” las “enseñanzas y recomendaciones” del Papa Francisco sobre la familia.
El texto, señala el obispo peruano, está dividido en cuatro partes. La primera “está básicamente desarrollada según la estructura de la exhortación apostólica post sinodal Amoris laetitia del Papa Francisco”, en modo de preguntas y respuestas.
La segunda sección, indica, “presenta a modo de sugerencia siete temas para la preparación del matrimonio”.
“La tercera parte incluye un esquema para jornadas de reflexión”, mientras que la cuarta y última parte del libro “contiene un pequeño devocionario cristiano”.
“La estructura del libro es de tal manera que pueda ser leído desde cualquier punto”.
El Catecismo de la Familia ha sido desarrollado por los sacerdotes Héctor Francia, licenciado en Sagradas Escrituras, y Arnaldo Alvarado, licenciado en Filosofía.
Mons. García García recuerda que “el futuro de la humanidad se forja en la familia”, y destaca que la solución a las crisis familiares pasan por “conocer mejor la naturaleza de la familia: virtudes humanas y sobrenaturales, vida de oración, compromiso solidario y sacramentos”.
“Para contribuir al cambio cultural hay que invertir energías y tiempo, luego vendrán los frutos”, asegura.
El libro se puede adquirir en la librería de la Conferencia Episcopal Peruana (EPICONSA), en Lima.
Más información: secretario@prelaturayauyos.org
 P. Arnaldo Alvarado

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