El Perú está en cambio. Son nuevas las circunstancias actuales, particularmente por la cultura del cambio en todos los sectores.
Los ciudadanos Peruanos estamos a la expectativa de quién será el líder en estos 5 años venideros. Mientras pasa el tiempo ya se debe tener clara conciencia que las campañas ya concluyeron el día de ayer. Ahora nos toca pensar en lo que hay que hacer como estado, mas no como agrupación política.
El Perú tiene prioridades. Es deseo de todos que el nuevo gobernante busque: la reconciliación fundada en la purificación de la memoria y el perdón, en asumir las responsabilidades y la firme categoría para no cometer los mismos errores; en la búsqueda del bien común; respeto a los valores, la familia, la vida que fundan la vida ciudadana sana.
P. Arnaldo Alvarado
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco 18.V. 2016:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días! Deseo
detenerme con ustedes hoy en la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro. La
vida de estas dos personas parece recorrer caminos paralelos: las condiciones
de vida son opuestas y del todo incomunicadas. La puerta de la casa del rico
está siempre cerrada al pobre, que reposa allí afuera, buscando comer cualquier
residuo de la mesa del rico. Él usa vestidos de lujo, mientras que Lázaro está
cubierto de yagas; el rico cada día come generosamente, mientras que Lázaro muere
de hambre. Sólo los perros cuidan de él, y lamen sus yagas. Esta escena
recuerda el duro reclamo del Hijo del hombre en el juicio final: «Porque tuve
hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
estaba […] desnudo, y no me vistieron» (Mt 25, 42-43). Lázaro
representa bien el grito silencioso de los pobres de todos los tiempos y la
contradicción de un mundo en el cual las inmensas riquezas y recursos están en
las manos de pocos.
Jesús
dice que un día aquel hombre rico murió -los pobres y los ricos mueren, tienen
el mismo destino, todos nosotros, no hay excepciones a esto- y entonces se
dirigió a Abraham suplicándole con el apelativo de “padre” (v. 24.27). Reclama,
por lo tanto, de ser su hijo perteneciente al pueblo de Dios. Y sin embargo en
vida no ha mostrado alguna consideración hacia Dios, más bien ha hecho de sí
mimos el centro de todo, cerrado en su mundo de lujo y de desperdicio.
Excluyendo a Lázaro, no ha tenido en cuenta ni al Señor, ni a su ley. ¡Ignorar
al pobre es despreciar a Dios! Y esto debemos aprenderlo bien ¡Ignorar al pobre
es despreciar a Dios! Hay un particular en la parábola que cabe señalar: el
rico no tiene un nombre, sólo el adjetivo “el rico”, mientras que aquel del
pobre es repetido cinco veces, y “Lázaro” significa “Dios ayuda”. Lázaro, que
reposa delante a la puerta, es una llamada viviente al rico para recordarse de
Dios, pero el rico no acoge tal llamado. Será condenado por lo tanto no por sus
riquezas, sino por haber sido incapaz de sentir compasión por Lázaro y
socorrerlo.
En
la segunda parte de la parábola, reencontramos a Lázaro y el rico después de su
muerte (v. 22-31). En el más allá la situación se ha invertido: el pobre Lázaro
es llevado por los ángeles al cielo con Abraham, el rico en cambio cae entre
los tormentos. Entonces el rico «levantó los ojos y vio de lejos a
Abraham, y a Lázaro a su lado». Le parece ver a Lázaro por primera vez, pero
sus palabras lo traicionan: «Padre Abraham –dice– ten piedad de mí y
manda a Lázaro, lo conocía eh, manda a Lázaro a meter en el agua la punta del
dedo y a bañarme la lengua, porque sufro terriblemente en esta llama». Ahora el
rico reconoce Lázaro y le pide ayuda, mientras que en vida fingía no verlo.
Cuántas veces, cuántas veces, tanta gente finge no ver a los pobres, para ellos
los pobres no existen ¡Antes le negaba los residuos de su mesa, y ahora querría
que le llevara de beber! Cree todavía poder poseer derechos por su precedente
condición social. Declarando imposible cumplir su solicitud, Abraham en persona
ofrece las claves de toda la narración: él explica que los bienes y males han
sido distribuidos de modo de compensar la injusticia terrena, y la puerta que
separaba en vida al rico del pobre, se ha transformado en «un gran abismo».
Hasta que Lázaro estaba bajo su casa, para el rico había posibilidad de
salvación, abrir la puerta, ayudar a Lázaro, pero ahora que ambos están
muertos, la situación se ha transformado en irreparable. Dios no es nunca
llamado directamente en causa, pero la parábola pone claramente en guardia: la
misericordia de Dios hacia nosotros está vinculada a nuestra misericordia hacia
el prójimo; cuando falta esta, también aquella no encuentra espacio en nuestro
corazón cerrado, no puede entrar. Si yo no abro la puerta de mi corazón al
pobre, aquella puerta permanece cerrada, también para Dios, y esto es terrible.
A
este punto, el rico piensa a sus hermanos, que corren el riesgo de tener el
mismo fin, y pide que Lázaro pueda volver al mundo a advertirles. Pero Abraham
responde: «Tienen a Moisés y a los profetas, que escuchen a ellos». Para
convertirnos, no debemos esperar eventos prodigiosos, sino abrir el corazón a
la Palabra de Dios, que nos llama a amar a Dios y al prójimo. La Palabra de
Dios puede hacer revivir un corazón árido y curarlo de su sequedad. El rico
conocía la Palabra de Dios, pero no la ha dejado entrar en el corazón, no la ha
escuchado, por eso ha sido incapaz de abrir los ojos y de tener compasión del
pobre. Ningún mensajero y ningún mensaje podrán sustituir los pobres que
encontramos en el camino, porque en ellos nos viene al encuentro Jesús mismo:
«Todo aquello que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo» (Mt 25,40),
dice Jesús. Así en la inversión de las suertes que la parábola describe está
escondido el misterio de nuestra salvación, en que Cristo une la pobreza a la
misericordia.
Queridos
hermanos y hermanas, escuchando este Evangelio, todos nosotros, junto a los
pobres de la tierra, podemos cantar con María: «Derribó a los poderosos de su
trono, elevó a los humildes; colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los
ricos con las manos vacías» (Lc 1,52-53). Gracias.
Fuente: http://www.revistaecclesia.com/catequesis-del-papa-francisco-miercoles-18-5-2016-ignorar-al-pobre-es-despreciar-a-dios/
P. Arnaldo Alvarado SSJ - IESPPSJ