Del evangelio según san Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó
por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le
presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le
imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le puso los dedos en
los oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es: «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba
de la lengua y hablaba correctamente.
Jesús pasó haciendo el bien. Sus milagros dan a conocer que
él es el Mesías, el Señor, el Salvador. Jesús viene a salvar a todos. Fijémonos
en el relato. Los lugares de este pasaje están en territorios extranjeros, esto
es, no pertenecían al pueblo de Israel. Lo sorprendente es la seguridad que
tiene la gente al dirigirse a Jesús para conseguir la curación del sordo. ¿Cómo
te diriges a Dios?
Un detalle importante: Dios atiende la súplica de todos.
Podrás decir, si, pero yo he pedido a Dios esto o aquello y no ha salido. La
razón podría ser: tienes que seguir perseverando en la petición, aumenta la
confianza y fe, aquello que pides aún no es conveniente o debes poner de tu
parte más colaboración.
El hombre curado era sordo y con problemas de habla. Algo
fundamental en la vida es ejercer la escucha y el habla. Cuánto bien nos hace
saber escuchar y expresar lo que nos sucede a quien puede ayudarnos realmente.
En nuestro tiempo hay un problema serio. Se trata de una
sociedad del anonimato donde la persona realmente no es valorada por lo que es
sino por lo que aporta o produce. Es fuerte la tendencia de que no haya tiempo
para escuchar como se merece la persona. Las prisas, ocupaciones o distracciones
impiden dar el tiempo para la escucha.
¿Cómo podemos encontrar espacios y escucha? Aquí algunas
ideas:
1. La
oración: es el lugar privilegiado para hablar y escuchar. Allí hay un
diálogo profundo y transformador. Dedica algunos minutos diarios para este
encuentro entre tú y Dios.
2. La
familia. Es otro lugar privilegiado para atender a las necesidades más
profundas. Es bueno escuchar antes de hablar. Aquí la confianza es vital.
3. Las
circunstancias. Las diversas experiencias del día a día también son espacios
de escucha. Lo que pasa puedes darle un sentido y trabajar temas importantes en
tu mejoría personal.
4. El
acompañamiento o asesoría. Es bueno tener una persona de confianza que te
ayude a descubrir lo mejor que puedes hacer con el proyecto de vida, las
realidades que se experimenta. Aquí será fundamental la sinceridad y la
confianza.
El Señor siempre nos escucha y
nos habla. Ese canal de comunicación es la oración o meditación. Ponerlo en
práctica hace mucho bien y concede una paz profunda.
Buen día.
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