“Fuego he venido a traer a la
tierra, y ¿Qué quiero sino que arda? (Lc 12, 49-53).
El fuego en el uso bíblico
expresa el amor de Dios. Pues Dios es esencialmente amor y lo comunica a la
creación. Toda la creación, especialmente el ser humano, es obra de libertad y
amor. Hay amor donde hay comunión de personas.
Amar significa ser predilecto.
Esta condición implica que hemos sido pensados y elegidos antes de nuestra
existencia por amor. Pertenecemos al plan de Dios. ¿Cómo amar cuando las cosas
son muy duras y difíciles de entender?
Es verdad que para amar se
necesita ser amados. Dios nos ha amado primero. Esta es la gran noticia. Como
seres humanos notamos los entrampamientos de la vida mediante la experiencia
del mal, el dolor, la injusticia, la calumnia, la escasez, la traición, cuando
no es buscado o provocado por nosotros mismos puede ser el hilo que nos conduce
al amor.
Entonces en esas circunstancias amar
implica: Que Dios me ama primero y me sostiene, que no estoy solo, puedo
cambiar en mi modo de pensar, sentir y obrar para bien, dar lo mejor de sí,
encontrar un sentido a todo lo que pasa, reflejar con las acciones que es
posible amar en la dureza, esperar que la tristeza se convierta en esperanza, que
nuestra existencia no es por asar, cuanto más se ama se vive mejor la libertad.
Lo que Jesús nos exhorta es
precisamente esto: que se resplandezca ese amor primero que llega hasta el
extremo de dar la vida. ¿Te propones encender la chispa de amor en tu corazón
sabiendo que eres parte del amor de Dios y desde allí darlo a conocer?
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