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sábado, 13 de agosto de 2016

Pecado, perdón y la reconciliación para una cultura de la paz

El perdón y la reconciliación para una cultura de la paz
Conferencia dirigida a los docentes de las provincias de Cañete, Yauyos y Huarochirí (Prelatura de Yauyos) en el jubileo de la misericordia 13 de agosto 2016

Guion de conferencia

Muy buenos días.
Estimados organizadores de este jubileo de los docentes
muy estimados maestros.
Les agradezco mucho por la invitación. Me siento muy honrado asistir a este evento de perdón y gracia como es el Jubileo. Ahora quisiera compartir con ustedes sobre lo que estamos viviendo y lo he titulado así: “El perdón y la reconciliación para una cultura de la paz”. Todo esto en el marco del año jubilar.
Es un tema trasversal de todo este año santo convocado por el Papa Francisco que inició el 8 de diciembre del Año pasado y concluirá el 20 de noviembre con la fiesta de Jesucristo rey del universo. El tema podría resumirlo en tres palabras:
·         Perdón, reconciliación, paz
O también
·         En imágenes: mano, corazón y puente

La presente intervención tiene tres partes, distribuidas de la siguiente manera:
1.    La existencia del mal, el pecado
2.    La necesidad de la liberación por el perdón
3.    La reconciliación y la paz.

PRIMERO: La existencia del mal, el pecado
Todos por naturaleza aspiramos al bien, la verdad, el amor, la belleza, la libertad, la paz. Estos son los bienes más altos y perennes que aquietan todo deseo humano. En efecto fue en esa condición como fue creado el ser humano en los orígenes. Dios creó al hombre a imagen y semejanza (Cfr. Gn 1, 26). Ésta es nuestra condición original. Para ello veamos el salmo 8:

“2Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.

4Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
5¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?

6Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
7le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies”

El salmo expresa la maravilla de la condición humana, pero también el riesgo de no corresponder a ese llamado.

Pero ¿Qué pasó en la historia? ¿Dónde encontramos la ruptura de ese plan originario? Una vez más tenemos que ir a la sagrada escritura especialmente y también recoger algunas fuentes extra bíblicas.

La fuente bíblica en el libro del génesis capítulos 2-3 nos habla de la creación de todo el universo, la creación del hombre en amistad con Dios, del pecado original cometido por nuestros primeros padres y que lo heredamos de generación en generación. Todo ser humano tiene un daño en su propia naturaleza, sea de la cultura, condición que fuere. Echemos una mirada esta vez al salmo 50:
3Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
4lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
5Pues yo reconozco mi culpa, 
tengo siempre presente mi pecado:
6contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
7Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre”.
·         Por otro lado, Las fuentes extra bíblicas constata ese desajuste orginal. Fijémonos en una muy lejana (del siglo XVIII a. C.) y me refiero al código de Hammurabi[1], en uno de sus mandatos dice: “Si el dueño de la cosa perdida no ha llevado los testigos que conozcan la cosa perdida: Es culpable, ha levantado calumnia, será muerto”[2].  Un testimonio muy cercano los preceptos incaicos: “Ama llulla, ama sua, ama quella”.
·         La literatura moderna, especialmente del siglo XX tiene como un tema eje la presencia del mal.

En todas estas fuentes constatamos lo nocivo que es el mal para la persona, la sociedad, el universo. Por tanto, para salvaguardarla hay que formular leyes.

Para una definición del mal
¿Cómo podríamos definir el mal? El mal es ausencia de bien. Existe en relación al bien, cuando ya no está, es carencia. En términos filosóficos sería no ser, no perfección. Entonces ¿quién creó el mal? Dios es suma bondad, bien, amor y belleza. De tal modo que Dios no puede ser el autor del mal, pues es privación de lo que aspiramos. Podemos clasificar esta ausencia de dos maneras: el mal físico y el moral.  Nuevamente nos preguntamos ¿cuál es el origen del mal?  Está en el pecado. El mayor mal que existe es el pecado.

El pecado es una ofensa a Dios: puede ser cualquier pensamiento, palabra u obra contraria a la ley eterna de Dios. Es una afrenta al amor verdadero a Dios y al prójimo a causa de un apego perverso a ciertos bienes[3].

Esa ruptura originaria se acecha en cuatro dimensiones:
·         Con Dios
·         Con los demás
·         Con la naturaleza
·         Consigo mismo

Después de ese algo que pasó en los orígenes no hay creatura perfecta sobre la tierra. No existe el hombre perfecto. No es posible. Está curado por el bautismo, pero las cicatrices permanecen. Sólo Cristo es el perfecto Dios y perfecto hombre. En efecto el salmo 45 hace una profecía de Cristo cuando dice: “Eres el más bello de los hombres, de tus labios fluye la gracia, porque Dios te bendice para siempre[4]”.

Las películas, las series nos presentan figuras super héroes pero ni siquiera eso. Por ejemplo de Dragon Ball para llegar a Super saiyeyin 4 debe transformarse en un Osaru Dorado.

En definitiva, la causa del mal del ser humano está en el pecado y el rechazo libre del hombre al plan de Dios. Mientras no aceptemos esto será difícil buscar la solución.

La cultura contemporánea se caracteriza por la ausencia, el eclipse de Dios.


DIMENSIONES DEL MAL:
La presencia del mal lo vemos de la siguiente manera:

1.    El mal que afecta personalmente

No percatamos que se dan las siguientes versiones:
·         El yo como autor del mal
·         El padecer el mal
·         El mal es más duro cuando afecta bienes más altos y se relaciona con la persona de modo muy personal, en su propia intimidad:
o   La conciencia
o   La confidencia
o   El sentimiento
o   La sexualidad
o   La familia, la amistad

·         A estos se le puede considerar como los más personales y cuando se dañan estos aspectos el drama es más fuerte (muerte). Es muy distinto que vas por la calle y te roben el teléfono que alguien te calumnie. Son realidades muy distintas.
·         El problema es que no tenemos valentía para afrontarnos a nosotros mismos y ser conscientes que a veces estamos navegando en el mal en sus distintas versiones.

2.    El mal histórico.
Esta versión del mal se toca con las propuestas ideológicas, conflictos, guerras entre familias, tribus, pueblos y países o continentes.
La lógica es siempre la dialéctica entre ricos-pobres, antiguos-modernos, derecha-izquierda, creyentes-ateos, etc.

3.    El mal en la naturaleza
Un terremoto, una pandemia, desastres naturales.  Es verdad que son atribuciones de la naturaleza, pero mucho tiene que ver el hombre.

En conclusión, sobre la primera veamos:
1.    El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. En los orígenes fue amigo y en plena comunión con él.
2.    El pecado original dañó la condición creatural (paz y armonía) y causó cuatro rupturas: con Dios, con los demás, consigo mismo, con la creación.
3.    La causa de todos los males es el pecado.
4.    Constatamos la presencia del mal de diversas maneras: lo padecemos, como también somos autores.
5.    Entonces necesitamos sanación, necesitamos la medicina. No podemos vivir rotos, destrozados. Necesitamos una mano que nos cure.


Visto este panorama oscuro, complejo y duro pasemos a la segunda parte.




SEGUNDA PARTE: NECESIDAD DE LA LIBERACIÓN, EL PERDÓN.  Parábola del hijo pródigo.

El panorama que hemos presentado antes nos reclama la solución. No podemos estar en ese valle de lágrimas y oscuridad.

1.    ¿Qué es perdonar?
·         Olvidar [una persona] la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor
·         Rechazar los actos, no la persona.


2.    ¿Cómo perdonar?
·         Un gesto, una palabra, total de corazón, olvidar, purificar la memoría y propósito de hacer lo mismo.
3.    ¿Cuándo perdonar?
·         Siempre. Especialmente cuando no tengas razones para perdonar. Decimos “él o ella debe hacerlo, no yo”.

4.    ¿A Quién perdonar?
·         A los demás, a sí mismo

5.    ¿Cuáles son los frutos del perdón?
·         Paz



TERCERA PARTE: LA RECONCILIACIÓN Y PAZ


La cuestión es sanar las heridas que pueda haber causado el pecado en nosotros. La respuesta es el PERDÓN, la reconciliación. Solamente cuando se perdona y se es perdonado se puede reconciliar.

Demos una mirada al documento que convoca este año jubilar y dice: “Este jubileo extraordinario de la misericordia es tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes” (MV, 3).


“Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud de perdón” (MV, 3).
·         Confesión. Humildad, propósito y confianza.

“La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite del amor de Dios que perdona” (MV, 3).
·         Dios perdona todo, todo. Excepto la desesperación y presunción porque no queremos ser perdonados.

“En esta ocasión será una puerta de la misericordia, a través de la cual cualquiera que entrara podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (MV, 3).

Reconciliar quiere decir: hacer la unión, hacer las paces, reunificar ¿pero cómo?
Perdonarse-perdonar-ser perdonado. 

La consecuencia de todo esto es la paz, cultura de paz.


Anécdota: avión turbulencia.

Providencia, cuidado. El mejor padre.

Muchas gracias.

P. Arnaldo Alvarado S.
SSJ-IESPSJ



[1] El Código de Hammurabi, creado en el año 1728 a. C. (según la cronología media) por el rey de Babilonia Hammurabi, es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados en la antigua Mesopotamia y, en breves términos, se basa en la aplicación de la ley del Talión. Unifica los códigos existentes en las ciudades del imperio babilónico.
[2] Código de Hammurabi, Ley 11.
[3] CEC, 1849-1850.
[4] Salmo 45, 2.

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