La condición femenina: la
alegría de las madres son los hijos felices
Pocos días del año son aquellos que reúnen a toda la
familia. Nos gustaría que sean más pero las diversas circunstancias no lo
permiten. Uno de éstos es el día de la madre. En efecto, en muchas partes del
mundo el segundo domingo de mayo está dedicado a las madres. Tenemos mucha razón en dedicar a nuestras
mamás –sin minusvalorar la figura paterna- al menos un día, mas no solo uno
sino siempre; pues ellas nos dedican sus días.
Nuestras madres juntamente con nuestros padres se
merecen todo respeto, aprecio y estima. Ellos
son el núcleo de la familia; nos han dado la vida. Nos han entregado lo mejor
de sus alcances; nos han cuidado cuando éramos precarios. Si algunos han tenido
errores voluntarios exige el perdón.
La mamá es prototipo de generosidad y bondad. Tanto
es así que cuando una persona es buena la llamamos “es como una madre”.
Nuestras madres han recibido de Dios cualidades tan especiales que las
convierten en un mosaico fino. Tienen muchos talentos. Las mamás aman y quieren
ser amadas. Su deseo es que los hijos estemos contentos y felices. La alegría
de la mamá es la felicidad de sus hijos. Siempre están al cuidado de los hijos.
Para ella los hijos son buenos y los mejores del mundo más allá de sus defectos.
Los padres desempeñan un papel muy importante en la
formación de los hijos. La presencia de ambos es de suma importancia para la
vida afectiva-emocional, educativa, social, lúdica, psíquica.
Los seres humanos hacemos la historia. El papel de
la mujer en la historia ha sido realmente importante. Tal vez no es muy
conocido, pero la historia habla de ellas. En toda la historia encontramos la
huella de la mujer.
La condición humana se da como varón y mujer que tienen
igual dignidad. Es cierto que hay diferencias y diversidad de funciones, pero
también se da la complementariedad física, psíquica, biológica y social. No
obstante, la condición humana es la misma. Encontrar la armonía en la
diferencia es lo más humano que podemos hacer. La diferencia es motivo de trabajar en equipo; ocasión de
poner lo mejor de nuestra parte para evitar todo tipo de arbitrariedad.
Aún hay mucho que hacer por la sana antropología de
la diferencia y complementariedad. Para tener en cuenta la dignidad de la mujer
es necesaria una sana visión de la persona. Tenemos que trabajar por la
igualdad de trato evitando excesos. El
respeto a la mujer es clave.
Ahora nuestro pensamiento va hacia las madres que
padecen atropellos a su dignidad y distintos tipos de esclavitudes. Es tarea de
todos trabajar especialmente para evitar la trata y comercio de la mujer en sus
diversas formas: prostitución, aborto, uso comercial de su condición femenina.
Estos no son ninguna solución para nada; al contrario, es un problema que
ponemos sobre las vidas de las mujeres especialmente. Ofrezcamos soluciones y
no complicaciones.
Existen ¡Cuántas mujeres manipuladas! incluso por la
ciencia con pocos valores éticos. Los humanos con criterios éticos podemos
elaborar una ciencia al servicio de la humanidad. Por lo contrario la carencia
de principios puede destruir una persona y su civilización por someter nuestros
objetivos y métodos a intereses personales o de grupos. Es permitido aquello
que fomenta la dignidad, no aquello que la denigra. Hay que estar atentos a las
ideologías que quieren desnaturalizar a la mujer y su rol. Estas propuestas
ofrecen la “liberación” pero las esclavizan al sufrimiento silencioso y duro. El
lema de este procedimiento para con los demás es: “sí, pero a mí no”. Seamos
honestos.
Desde aquí nuestro agradecimiento profundo a quienes
nos han traído al mundo desde el primer momento de nuestra concepción. Gracias
por su sacrificio escondido, oculto, abnegado y poco agradecido. Que Dios
bendiga y proteja a nuestras madres.
P. Arnaldo Alvarado
Docente de
filosofía
Jr. Unanue 300
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