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lunes, 4 de mayo de 2015

Día de las madres. La condición femenina

La condición femenina: la alegría de las madres son los hijos felices


Pocos días del año son aquellos que reúnen a toda la familia. Nos gustaría que sean más pero las diversas circunstancias no lo permiten. Uno de éstos es el día de la madre. En efecto, en muchas partes del mundo el segundo domingo de mayo está dedicado a las madres.  Tenemos mucha razón en dedicar a nuestras mamás –sin minusvalorar la figura paterna- al menos un día, mas no solo uno sino siempre; pues ellas nos dedican sus días. 
Nuestras madres juntamente con nuestros padres se merecen todo respeto, aprecio y estima.  Ellos son el núcleo de la familia; nos han dado la vida. Nos han entregado lo mejor de sus alcances; nos han cuidado cuando éramos precarios. Si algunos han tenido errores voluntarios exige el perdón.

La mamá es prototipo de generosidad y bondad. Tanto es así que cuando una persona es buena la llamamos “es como una madre”. Nuestras madres han recibido de Dios cualidades tan especiales que las convierten en un mosaico fino. Tienen muchos talentos. Las mamás aman y quieren ser amadas. Su deseo es que los hijos estemos contentos y felices. La alegría de la mamá es la felicidad de sus hijos. Siempre están al cuidado de los hijos. Para ella los hijos son buenos y los mejores del mundo más allá de sus defectos.
Los padres desempeñan un papel muy importante en la formación de los hijos. La presencia de ambos es de suma importancia para la vida afectiva-emocional, educativa, social, lúdica, psíquica.
Los seres humanos hacemos la historia. El papel de la mujer en la historia ha sido realmente importante. Tal vez no es muy conocido, pero la historia habla de ellas. En toda la historia encontramos la huella de la mujer.
La condición humana se da como varón y mujer que tienen igual dignidad. Es cierto que hay diferencias y diversidad de funciones, pero también se da la complementariedad física, psíquica, biológica y social. No obstante, la condición humana es la misma. Encontrar la armonía en la diferencia es lo más humano que podemos hacer. La diferencia es  motivo de trabajar en equipo; ocasión de poner lo mejor de nuestra parte para evitar todo tipo de arbitrariedad.
Aún hay mucho que hacer por la sana antropología de la diferencia y complementariedad. Para tener en cuenta la dignidad de la mujer es necesaria una sana visión de la persona. Tenemos que trabajar por la igualdad de trato evitando excesos.  El respeto a la mujer es clave.
Ahora nuestro pensamiento va hacia las madres que padecen atropellos a su dignidad y distintos tipos de esclavitudes. Es tarea de todos trabajar especialmente para evitar la trata y comercio de la mujer en sus diversas formas: prostitución, aborto, uso comercial de su condición femenina. Estos no son ninguna solución para nada; al contrario, es un problema que ponemos sobre las vidas de las mujeres especialmente. Ofrezcamos soluciones y no complicaciones.
Existen ¡Cuántas mujeres manipuladas! incluso por la ciencia con pocos valores éticos. Los humanos con criterios éticos podemos elaborar una ciencia al servicio de la humanidad. Por lo contrario la carencia de principios puede destruir una persona y su civilización por someter nuestros objetivos y métodos a intereses personales o de grupos. Es permitido aquello que fomenta la dignidad, no aquello que la denigra. Hay que estar atentos a las ideologías que quieren desnaturalizar a la mujer y su rol. Estas propuestas ofrecen la “liberación” pero las esclavizan al sufrimiento silencioso y duro. El lema de este procedimiento para con los demás es: “sí, pero a mí no”. Seamos honestos.
Desde aquí nuestro agradecimiento profundo a quienes nos han traído al mundo desde el primer momento de nuestra concepción. Gracias por su sacrificio escondido, oculto, abnegado y poco agradecido. Que Dios bendiga y proteja a nuestras madres.

P. Arnaldo Alvarado
Docente de filosofía
Jr. Unanue 300


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