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viernes, 2 de septiembre de 2016

Ideología del género

Qué quiere decir género, Por Jutta Burggraf
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Jutta Burggraf fue profesora ordinaria en la Cátedra de Antropología en el 
Instituto Académico Internacional, en Kerkrade, Países Bajos, Profesora 
asociada de Teología Dogmática y Teología Ecuménica en la Facultad de 
Teología de la Universidad de Navarra, Profesora agregada de Teología 
Dogmática y Teología Ecuménica en la Facultad de Teología de la Universidad 
de Navarra. En 1987, ha participado como perito en el Sínodo mundial de los 
Obispos, en Roma, sobre “La vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en 
el mundo”. En 1996, fue nombrada miembro correspondiente de la Pontificia 
Academia Mariana Internationalis.
Algunos prefieren hablar de género (gender) en vez de sexo. No se trata sólo de un cambio de palabra. Detrás está la ideología feminista de gender que se divulga a partir de la década 1960–1970. Según esta ideología, la masculinidad y la feminidad no estarían determinados fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura.
La ideología de gender
Mientras que el término sexo hace referencia a la naturaleza e implica dos posibilidades (varón y mujer), el término género proviene del campo de la lingüística donde se aprecian tres variaciones: masculino, femenino y neutro. Las diferencias entre el varón y la mujer no corresponderían, pues, –fuera de las obvias diferencias morfológicas–, a una naturaleza “dada”, sino que serían meras construcciones culturales “hechas” según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos (“roles socialmente construidos”) [En los idiomas en los que no se dispone de dos palabras diferentes (sex – gender, sexo – género), se suele hablar del “sexo biológico” y “sexo psícosocial”; así, por ejemplo, en alemán: “biologisches Geschlecht” – “psycho–soziales Geschlecht”]. En este contexto se destaca (no sin razón) que, en el pasado, las diferencias fueron acentuadas desmesuradamente, lo que condujo a situaciones de discriminación e injusticia para muchas mujeres: durante largos siglos, correspondió al “destino femenino” ser modelada como un ser inferior, excluida de las decisiones públicas y de los estudios superiores. Pero hoy en día –se sigue afirmando– las mujeres se dan cuenta del fraude del que han sido víctimas, y rompen los esquemas que les fueron impuestos. Pretenden liberarse sobre todo del matrimonio y de la maternidad [Algunos adeptos del feminismo de género proponen: “Para ser efectivos a largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad.”].
Algunos apoyan la existencia de cuatro, cinco o seis géneros según diversas consideraciones: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado. De manera que, la masculinidad y la feminidad no se consideran, en modo alguno, como los únicos derivados naturales de la dicotomía sexual biológica. Cualquier actividad sexual resultaría justificable [Judith BUTLER: “Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras. En consecuencia, varón y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como un masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino.” Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity. Aunque este trabajo esté criticado, en algunos círculos extremistas todavía más radicales, por no separarse del todo de la dimensión biológica, puede considerarse como una de las obras claves que presentan la ideología de gender]. La “heterosexualidad”, lejos de ser “obligatoria”, no significaría más que uno de los casos posibles de práctica sexual. Ni siquiera sería preferible para la procreación. En sociedades “más imaginativas”, la reproducción biológica puede asegurarse con otras técnicas, se afirma [Heidi HARTMANN: The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism] La autora anticipó, en parte, la completa disociación entre sexualidad y procreación, maternidad/paternidad y filiación que las intervenciones artificiales hacen posible hoy en día]. Y como la identidad genérica (el gender) podría adaptarse indefinidamente a nuevos y diferentes propósitos, correspondería a cada individuo elegir libremente el tipo de género al que le gustaría pertenecer, en las diversas situaciones y etapas de su vida.
Para llegar a una aceptación universal de estas ideas, los promotores del feminismo radical de género intentan conseguir un gradual cambio cultural, la llamada “de–construcción” de la sociedad, empezando con la familia y la educación de los hijos [PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Familia, matrimonio y uniones de hecho. El feminismo de género ha encontrado favorable acogida en un buen número de importantes instituciones internacionales, entre las que se encuentran algunos Organismos de la Organización de Naciones Unidas. En no pocas Universidades se pretende, además, de elevar los “Gender Studies” a un nuevo rango científico]. Utilizan un lenguaje ambiguo que hace parecer razonables los nuevos presupuestos éticos. La meta consiste en “re–construir” un mundo nuevo y arbitrario que incluye, junto al masculino y al femenino, también otros géneros en el modo de configurar la vida humana y las relaciones interpersonales.
Estas pretensiones han encontrado un ambiente favorable en la antropología individualista del neoliberalismo radical. Se apoyan, por un lado, en diversas teorías marxistas y estructuralistas [Fue Friedrich ENGELS quien sentó las bases de unión entre el marxismo y el feminismo.The Origin of the Family, Property and the State], y por el otro, en los postulados de algunos representantes de la “revolución sexual”, como Wilhelm Reich (1897–1957) y Herbert Marcuse (1898–1979) que invitaban a experimentar todo tipo de situaciones sexuales. Más directamente aún se puede ver el influjo del existencialismo ateo de Simone de Beauvoir (1908–1986) que anunció ya en 1949 su conocido aforismo: “¡No naces mujer, te hacen mujer!,” – más tarde completado por la lógica conclusión: “¡No se nace varón, te hacen varón! Tampoco la condición de varón es una realidad dada desde un principio”. Los estudios socioculturales de Margaret Mead (1901–1978) también pueden incluirse en este proceso histórico que consolidó una nueva rama del feminismo radical, aunque la validez científica de sus aportaciones fue cuestionada por otros investigadores.
Al proclamar que los géneros masculino y femenino serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación alguna con la dimensión sexual de la persona, los defensores de la teoría de género se oponen a un modelo, igualmente unilateral que el suyo, que sostiene justamente lo contrario: niega cualquier interacción entre el individuo y la comunidad a la hora de configurar la identidad personal como varón o mujer; y afirma que a cada sexo le corresponderían por necesidades biológicas unas funciones sociales fijas, invariables en la historia [Con respecto a los diversos modelos que presentan la relación entre varón y mujer, el esquema clarificador de María ELÓSEGUI: La transexualidad. Jurisprudencia y argumentación jurídica]. Este modelo, sin embargo, se considera hoy en día falso a nivel teórico y jurídico, al menos en el mundo occidental [La subordinación de la mujer atenta contra el principio de igualdad entre los sexos y contra los derechos humanos reconocidos en la Declaración Universal de la Organización de Naciones Unidas de 1948 y en otros muchos documentos de la ONU.] Está en parte superado por la legislación, pero no totalmente [los estudios de María ELÓSEGUI: “Existe todavía discriminación directa, indirecta y oculta en el ámbito laboral, en el de la seguridad social, en el derecho financiero etc.”Los derechos reproductivos. Un nuevo concepto jurídico procedente del mundo legal anglosajón, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado]; no se puede negar que persiste su influjo en la práctica social.
El proceso de identificación con el propio sexo
En la persona humana, el sexo y el género –el fundamento biológico y la expresión cultural– no son idénticos, pero tampoco son completamente independientes. Para llegar a establecer una relación correcta entre ambos, conviene considerar previamente el proceso en el que se forma la identidad como varón o mujer. Los especialistas señalan tres aspectos de este proceso que, en el caso normal, se entrelazan armónicamente: el sexo biológico, el sexo psicológico y el sexo social[El sexo biológico suele denominarse simplemente sex, sexo, mientras que el sexo psicológico y social están unidos en el término gender, género.]
El sexo biológico describe la corporeidad de una persona. Se suelen distinguir diversos factores. El “sexo genético” (o “cromosómico”) –determinado por los cromosomas XX en la mujer, o XY en el varón– se establece en el momento de la fecundación y se traduce en el “sexo gonadal” que es responsable de la actividad hormonal. El “sexo gonadal”, a su vez, influye sobre el “sexo somático” (o “fenotípico”) que determina la estructura de los órganos reproductores internos y externos. Conviene considerar el hecho de que estas bases biológicas intervienen profundamente en todo el organismo, de modo que, por ejemplo, cada célula de un cuerpo femenino es distinta a cada célula de un cuerpo masculino. La ciencia médica indica incluso diferencias estructurales y funcionales entre un cerebro masculino y otro femenino.
El sexo psicológico se refiere a las vivencias psíquicas de una persona como varón o mujer. Consiste, en concreto, en la conciencia de pertenecer a un determinado sexo. Esta conciencia se forma, en un primer momento, alrededor de los 2–3 años y suele coincidir con el sexo biológico. Puede estar afectada hondamente por la educación y el ambiente en el que se mueve el niño.
El sexo sociológico (o civil) es el sexo asignado a una persona en el momento del nacimiento. Expresa cómo es percibida por las personas a su alrededor. Señala la actuación específica de un varón o de una mujer. En general, se le entiende como el resultado de procesos histórico–culturales. Se refiere a las funciones y roles (y los estereotipos) que en cada sociedad se asignan a los diversos grupos de personas.
Estos tres aspectos no deben entenderse como aislados unos de otras. Por el contrario, se integran en un proceso más amplio consistente en la formación de la propia identidad. Una persona adquiere progresivamente durante la infancia y la adolescencia la conciencia de ser “ella misma”. Descubre su identidad y, dentro de ella, cada vez más hondamente, la dimensión sexual del propio ser. Adquiere gradualmente una identidad sexual (dándose cuenta de los factores biopsíquicos del propio sexo, y de la diferencia respecto al otro sexo) y una identidad genérica (descubriendo los factores psicosociales y culturales del papel que las mujeres o varones desempeñan en la sociedad). En un correcto y armónico proceso de integración, ambas dimensiones se corresponden y complementan.
Una consideración especial merecen los estados intersexuales (los llamados intersexos) ya que algunos argumentan que la existencia de personas transexuales y hermafroditas demostraría que no hay solamente dos sexos. Pero los estados intersexuales significan anomalías con características clínicas variadas; suelen ocurrir en una etapa muy precoz del desarrollo embrionario. Se definen por la existencia de contradicción de uno o más de los criterios que definen el sexo. Es decir, las personas transexuales disponen de una patología en alguno de los puntos de la cadena biológica que conduce a la diferenciación sexual. Sufren alteraciones en el desarrollo normal del sexo biológico y, en consecuencia, también del sexo psicosocial [No corresponde, por ejemplo, el sexo fenotípico plenamente con el sexo cromosómico y gonadal, o no corresponden los órganos sexuales externos e internos. Así, las personas transexuales perciben pertenecer al sexo opuesto del que indica su anatomía.] En vez de utilizarlas como propaganda para conseguir la “deconstrucción” de las bases de la familia y de la sociedad, conviene mostrarles respeto y darles un tratamiento médico adecuado.
Hay que distinguir la identidad sexual (varón o mujer) de la orientación sexual (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad). Se entiende como orientación sexual comúnmente la preferencia sexual que se establece en la adolescencia coincidiendo con la época en que se completa el desarrollo cerebral. Tiene una base biológica y es configurada, además, por otros factores como la educación, la cultura y las experiencias propias. Aunque los números varían según las diversas investigaciones, se puede decir que la inmensa mayoría de las personas humanas son heterosexuales.
Otra cosa todavía distinta es la conducta sexual. En el caso normal, designa el propio comportamiento elegido, puesto que hay un margen muy amplio de libertad en el modo en que tanto la mujer como el varón pueden conducir su sexualidad.
Hacia una comprensión de la diferencia sexual
Como la persona entera es varón o mujer, “en la unidad de cuerpo y alma”, la masculinidad o feminidad se extiende a todos los ámbitos de su ser: desde el profundo significado de las diferencias físicas entre el varón y la mujer y su influencia en el amor corporal, hasta las diferencias psíquicas entre ambos y la forma diferente de manifestar su relación con Dios. Aunque no se pueda constatar ningún rasgo psicológico o espiritual atribuible sólo a uno de los sexos, existen, sin embargo, características que se presentan con una frecuencia especial y de manera más pronunciada en los varones, y otras en las mujeres. Es una tarea sumamente difícil distinguir en este campo. Probablemente nunca será posible determinar con exactitud científica lo que es “típicamente masculino” o “típicamente femenino”, pues la naturaleza y la cultura, las dos grandes modeladoras, están entrelazadas, desde el principio, muy estrechamente. Pero el hecho de que varón y mujer experimenten el mundo de forma diferente, solucionen tareas de manera distinta, sientan, planeen y reaccionen de manera desigual, tiene un fundamento sólido en la constitución biológica propia de cada uno.
La sexualidad habla a la vez de identidad y alteridad. Varón y mujer tienen la misma naturaleza humana, pero la tienen de modos distintos. En cierto sentido se complementan. Por esto, el varón tiende “constitutivamente” a la mujer, y la mujer al varón. No buscan una unidad andrógena, como sugiere la mítica visión de Aristófanes en el “Banquete”, pero sí se necesitan mutuamente para desarrollar plenamente su humanidad. La mujer es dada como “ayuda” al varón por el Creador, y viceversa, lo que no equivale a “siervo” ni expresa ningún desprecio. [JUAN PABLO II: Carta Apostólica Mulieris dignitatem. También el salmista dice a Dios: “Tú eres mi ayuda.” Salmo 70,6. Salmo 115,9.10.11; 118,7; 146,5.] También en la relación marido–mujer la “sumisión” no es unilateral, sino recíproca. Es deseable una subordinación mutua en el amor.
Es un hecho biológico que sólo la mujer puede ser madre, y sólo el varón puede ser padre. La procreación se encuentra ennoblecida en ellos por el amor en que se desarrolla y, precisamente por la vinculación al amor, ha sido puesta por Dios en el centro de la persona humana como labor conjunta de los dos sexos. La paternidad común muestra un especial protagonismo y una confianza inmensa de Dios.
Tanto el varón como la mujer son capaces de cubrir una necesidad fundamental del otro. En su mutua relación uno hace al otro descubrirse y realizarse en su propia condición sexuada. Uno hace al otro consciente de ser llamado a la comunión y capaz para entregarse al otro, en mutua subordinación amorosa. Ambos, desde perspectivas distintas, llegan a la propia felicidad sirviendo a la felicidad del otro.
Mientras que el cambio arbitrario del gender da testimonio de un cierto afán de autosuficiencia, la sexualidad humana significa una clara disposición hacia el otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el ser–para–el–otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro y alegrarse en su presencia. Es como el sello del Dios del Amor en la estructura misma de la naturaleza humana. Aunque cada persona es querida por Dios “por sí misma” y llamada a una plenitud individual, no puede alcanzarla sino en comunión con otros. Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición sexual que tiene un inmenso valor en sí misma. Ambos sexos están llamados por el mismo Dios a actuar y vivir conjuntamente [Génesis 1,27: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y mujer los creó.”]. Esa es su vocación. Se puede incluso afirmar que Dios no ha creado al hombre varón y mujer para que engendre nuevos seres humanos, sino que, justo al revés, el hombre tiene la capacidad de engendrar para perpetuar la imagen divina que él mismo refleja en su condición sexuada.
Ser mujer, ser varón, no se agota en ser respectivamente madre o padre. Considerando las cualidades específicas de la mujer, se ha reflexionado, a veces, sobre la “maternidad espiritual”; el Papa Juan Pablo II precisa este concepto y habla más oportunamente del “genio de la mujer”. Constituye una determinada actitud básica que corresponde a la estructura física de la mujer y se ve fomentada por ésta. En efecto, no parece descabellado suponer que la intensa relación que la mujer guarda con la vida pueda generar en ella unas disposiciones particulares. Así como durante el embarazo la mujer experimenta una cercanía única hacia un nuevo ser humano, así también su naturaleza favorece el encuentro interpersonal con quienes le rodean. El “genio de la mujer” se puede traducir en una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los demás, en la capacidad de darse cuenta de sus posibles conflictos interiores y de comprenderlos. Se la puede identificar, cuidadosamente, con una especial capacidad de mostrar el amor de un modo concreto, y desarrollar la “ética” del cuidado.
Donde hay un “genio femenino” debe haber también un “genio masculino”, un talento específico del varón. Éste tiene por naturaleza una mayor distancia respecto a la vida concreta. Se encuentra siempre “fuera” del proceso de la gestación y del nacimiento, y sólo puede tener parte en ellos a través de su mujer. Precisamente esa mayor distancia le puede facilitar una acción más serena para proteger la vida, y asegurar su futuro. Puede llevarle a ser un verdadero padre, no sólo en la dimensión física, sino también en sentido espiritual [Paternidad espiritual supone liberarse del egocentrismo, “ser conquistado por el amor”. Karol WOJTYLA: Radiation of fatherhood.] Puede llevarle a ser un amigo imperturbable, seguro y de confianza. Pero puede llevarle también, por otro lado, a un cierto desinterés por las cosas concretas y cotidianas, lo que, desgraciadamente, se ha favorecido en las épocas pasadas por una educación unilateral.
En todos los ámbitos y los sectores de la sociedad, en la cultura y el arte, la política y la economía, la vida pública y privada, varones y mujeres están llamados a aceptarse mutuamente y a construir juntos un mundo habitable. Este mundo llegará a su plenitud en el momento en el que ambos sexos le entreguen armónicamente su contribución específica.
Una relación adecuada entre sex y gender
Hay una profunda unidad entre las dimensiones corporales, psíquicas y espirituales en la persona humana, una interdependencia entre lo biológico y lo cultural. La actuación tiene una base en la naturaleza y no puede desvincularse completamente de ella.
La unidad y la igualdad entre varón y mujer no anulan las diferencias. Aunque tanto las cualidades femeninas como las masculinas sean variables en gran medida, no pueden ser ignoradas completamente. Sigue habiendo un trasfondo de configuración natural, que ya no puede ser anulado sin esfuerzos desesperados, que conducen, en definitiva, a la autonegación. Ni la mujer ni el varón pueden ir en contra de su propia naturaleza sin hacerse desgraciados. La ruptura con la biología no libera a la mujer, ni al varón; es más bien un camino que conduce a lo patológico.
La cultura, a su vez, tiene que dar una respuesta adecuada a la naturaleza. No debe ser un obstáculo al progreso de un grupo de personas. Es evidente que han existido en la historia, y aún existen en el mundo, muchas injusticias hacia las mujeres. Este largo elenco de discriminaciones no tiene ningún fundamento biológico, sino unas raíces culturales, y es preciso erradicarlas. Las funciones sociales no deben considerarse como irremediablemente unidas a la genética o a la biología. Es deseable que la mujer asuma nuevos roles que estén en armonía con su dignidad. En este sentido, el Papa Juan Pablo II rechaza explícitamente la noción biológica determinista de que todos los roles y relaciones de los dos sexos están fijados en un único modelo estático, y exhorta a los varones a participar “en el gran proceso de liberación de la mujer”. Es indudable que la incorporación de la mujer al mercado laboral es un avance que, ciertamente, crea nuevos retos para ambos sexos.
El término gender puede aceptarse como una expresión humana y por tanto libre que se basa en una identidad sexual biológica, masculina o femenina. Es adecuado para describir los aspectos culturales que rodean a la construcción de las funciones del varón y de la mujer en el contexto social. Sin embargo, no todas las funciones significan algo construido a voluntad; algunas tienen una mayor raigambre biológica. Por tanto, “puede también apreciarse que la presencia de una cierta diversidad de roles en modo alguno es mala para las mujeres, con tal de que esta diversidad no sea resultado de una imposición arbitraria, sino más bien expresión de lo que es específicamente masculino o femenino.”
Hoy en día muchas personas vuelven a ver de nuevo con claridad que no pueden llegar a ser libres más allá de la base de la propia naturaleza; que el sexo, más que un privilegio o una discriminación, también es siempre una oportunidad para el propio desarrollo. En consecuencia, se empeñan por conseguir que la promoción de la mujer no sólo se lleve a cabo fuera del hogar. Si es cierto que las mujeres no se muestran únicamente como esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, o quieren serlo, y hay que crear las posibilidades para que puedan serlo con dignidad. La mujer con una actividad profesional externa no debe ser declarada el único ideal de la independencia femenina, a pesar de todo el respeto que merecen sus intenciones nobles.
La familia, ciertamente, no es una tarea exclusiva de la mujer. Pero aún cuando el varón muestre su responsabilidad y compagine adecuadamente sus tareas profesionales y familiares, no se puede negar que la mujer juega un papel sumamente importante en el hogar. La específica contribución que aporta allí, debe tenerse plenamente en cuenta en la legislación y debe ser también justamente remunerada, bajo el punto de vista económico y sociopolítico.
La colaboración para elaborar esta legislación deberá considerarse mundialmente no sólo como derecho, sino también como deber de la mujer.
Nota final
El desarrollo de una sociedad depende del empleo de todos los recursos humanos. Por tanto, mujeres y varones deben participar en todas las esferas de la vida pública y privada. Los intentos que procuran conseguir esta meta justa a niveles de gobierno político, empresarial, cultural, social y familiar, pueden abordarse bajo el concepto de “perspectiva de igualdad de género (gender)”, si esta igualdad incluye el derecho a ser diferentes. De hecho, algunos países y organismos internacionales tienen en cuenta la diferente situación de varones y mujeres, y desarrollan planes para la igualdad de oportunidades, que ayudan a conseguir la promoción de la mujer. Y a la hora de adoptar políticas, la “perspectiva de género” lleva a plantearse cuáles serán los posibles efectos de esas decisiones en las situaciones respectivas de varones y mujeres.
Esta “perspectiva de género”, que defiende el derecho a la diferencia entre varones y mujeres y promueve la corresponsabilidad en el trabajo y la familia, no debe confundirse con el planteamiento radical señalado al principio, que ignora y aplasta la diversidad natural de ambos sexos.


Bibliografía:
  • Los estudios del psiquiatra Gerard J.M. van den AARDWEG: Das Drama des gewöhnlichen Homosexuellen. Analyse und Therapie, 3. ed. Neuhausen–Stuttgart 1995, pp.17–47. (Original inglés Homosexuality as a Disease of Self–Pity).
  • Simone de BEAUVOIR: Das andere Geschlecht, Hamburg 1951, p.285. (Original francés Le Deuxième Sexe, Paris 1949).
  • Simone de BEAUVOIR: Alles in Allem, Hamburg 1974, p.455.
  • Jutta BURGGRAF: Juan Pablo II y la vocación de la mujer, en Scripta Theologica 31 (1999/1), pp.139–155.
  • Judith BUTLER: Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity, New York–London 1990, p.6.
  • José Manuel CASAS TORRES: La cuarta conferencia mundial sobre la mujer, Madrid 1998, p.78.
  • CONCILIO VATICANO II: Constitución Pastoral Gaudium et Spes (GS), 14.
  • DAVIDSON, K.R. CAVE, D. SELLNER: Differences in visual attention and task interference between males and females reflect differences in brain laterality, en: Neuropsychologia (2000/4), pp.508–514.
  • DIVISION FOR THE ADVANCEMENT OF WOMEN FOR THE EXPERT GROUP MEETING ON FAMILY PLANNING, HEALTH AND FAMILY WELL–BEING Gender Perspective in Family Planning Programs, Bangalore (India), 26–30 de octubre de 1992; y organizado en colaboración con el UNITED NATIONS POPULATIONS FUND (UNFPA).
  • María ELÓSEGUI: La transexualidad. Jurisprudencia y argumentación jurídica, Granada 1999, pp.91–118.
  • María ELÓSEGUI: Los derechos reproductivos. Un nuevo concepto jurídico procedente del mundo legal anglosajón, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado 16 (2000), p.689.
  • Friedrich ENGELS The Origin of the Family, Property and the State, New York 1972. (Original alemán Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staates, 1884).
  • J. GONZÁLEZ MERLO: Ginecología, cap. 3: Estados Intersexuales, Barcelona 1998.
  • Heidi HARTMANN: The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism, Boston 1981, p.16.
  • JUAN PABLO II: Carta Apostólica Mulieris dignitatem, (MD; 15 de agosto de 1985), 10.
  • JUAN PABLO II: Carta a las mujeres (29 de junio de 1995), 6.
  • JUAN PABLO II: Encíclica Laborem exercens, (14 de septiembre de 1981), 19.
  • K. KANSAKU, A. YAMAURA, S. KITAZAWA: Sex differences in lateralization revealed in the posterior language areas, en: Cereb Cortex (2000/9), pp.866–872.
  • Dennis D. KELLY: Sexual Differentiation of the Nervous System, en: Principles of Neural Science, ed. por Eric R. KANDEL, James H. SCHWARTZ, Thomas M. JESSELL, 4. ed. (Ed. Appleton and Lange), Norwalk, Connecticut 2000, pp.1131–1149.
  • Ana Carmen MARCUELLO y María ELÓSEGUI: Sexo, género, identidad sexual y sus patologías, en Cuadernos de Bioética (1999/3), pp.459–477.
  • Margaret MEAD: Male and Female. A Study of the Sexes in a Changing Word, New York 1949.
  • P. NOPOULOS, M. FLAUM, D. O’LEARY, N.C. ANDREASEN: Sexual dimorphism in the human brain: evaluation of tissue volume, tissue composition and surface anatomy using magnetic resonance imaging, en: Psychiatry Res (2000/2), pp.1–13. H.
  • PONTIFICIO CONSEJO PARA LA FAMILIA: Familia, matrimonio y uniones de hecho, (26 de julio de 2000), 8.
  • N. SADATO, V. IBANEZ, M.P. DEIBER, M. HALLETT: Gender difference in premotor activity during active tactile discrimination, en: Neuroimage (2000/5), pp.532–540.
  • Angelo SCOLA: ¿Qué es la vida? Madrid 1999, p.128.
  • Gloria SOLÉ ROMEO: Historia del feminismo. Siglos XIX y XX, Pamplona 1995, pp.50–53.
  • Karol WOJTYLA: Radiation of fatherhood, en IDEM: The Collected Plays and Writings on Theater, Berkeley 1987, p.355.


Ver: Jutta Burggraf. ¿Qué quiere decir género? Un nuevo modo de hablar. PROMESA, San José, Cosa Rica, 2001.
Cfr. Arvo.net.
Fuente: http://udep.edu.pe/capellania/2007/11/que-quiere-decir-genero-por-jutta-burggraf/

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viernes, 19 de agosto de 2016

Claves del éxito: Humildad + voluntad

Claves del éxito: Humildad + Voluntad


Lo decisivo de una persona es que se acepte así mismo como quién es.  Somos lo que somos. Podríamos no serlo, pero estamos. Significa que hay un plan diseñado. Existe un porqué. ¿Cuál es? ¿Cómo es? ¿Es para mí exclusivamente?.

Todo es Don. “Que tienes que no hayas recibido, todo es gracia” dice Pablo. La familia, la amistad, el pueblo, la cultura, la creación son regalos. Considerar estos datos implica mayor desafío y responsabilidad. Las cosas ocurren por algo. Ahora se trata de descubrir ese algo.

La radiografía de la humildad es la gratitud. La mejor forma de agradecimiento es la correspondencia. Esto quiere decir estar a la altura de lo que se tiene, se puede hacer y se espera. Siempre para arriba; e incluso llegar más allá. Esa es la mejor respuesta. Sí puedes, eres tú únicamente quien puede hacerlo. No hay otro que lo haga por ti. Entonces para aspirar al más alto nivel se requieren de dos cosas: humildad + voluntad.

No se trata otra cosa que descubrir lo que se tiene, el camino que hay que recorrer y la meta a la que hay que llegar. Ofrecemos lo que hemos recibido. El regalo sólo se recompensa con la ofrenda y la generosidad. Es cuestión de querer; esto es lo más importante.

Atte,
P. Arnaldo Alvarado S.

SSJ-IESPPSJ

sábado, 13 de agosto de 2016

Pecado, perdón y la reconciliación para una cultura de la paz

El perdón y la reconciliación para una cultura de la paz
Conferencia dirigida a los docentes de las provincias de Cañete, Yauyos y Huarochirí (Prelatura de Yauyos) en el jubileo de la misericordia 13 de agosto 2016

Guion de conferencia

Muy buenos días.
Estimados organizadores de este jubileo de los docentes
muy estimados maestros.
Les agradezco mucho por la invitación. Me siento muy honrado asistir a este evento de perdón y gracia como es el Jubileo. Ahora quisiera compartir con ustedes sobre lo que estamos viviendo y lo he titulado así: “El perdón y la reconciliación para una cultura de la paz”. Todo esto en el marco del año jubilar.
Es un tema trasversal de todo este año santo convocado por el Papa Francisco que inició el 8 de diciembre del Año pasado y concluirá el 20 de noviembre con la fiesta de Jesucristo rey del universo. El tema podría resumirlo en tres palabras:
·         Perdón, reconciliación, paz
O también
·         En imágenes: mano, corazón y puente

La presente intervención tiene tres partes, distribuidas de la siguiente manera:
1.    La existencia del mal, el pecado
2.    La necesidad de la liberación por el perdón
3.    La reconciliación y la paz.

PRIMERO: La existencia del mal, el pecado
Todos por naturaleza aspiramos al bien, la verdad, el amor, la belleza, la libertad, la paz. Estos son los bienes más altos y perennes que aquietan todo deseo humano. En efecto fue en esa condición como fue creado el ser humano en los orígenes. Dios creó al hombre a imagen y semejanza (Cfr. Gn 1, 26). Ésta es nuestra condición original. Para ello veamos el salmo 8:

“2Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.

4Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
5¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder?

6Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
7le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies”

El salmo expresa la maravilla de la condición humana, pero también el riesgo de no corresponder a ese llamado.

Pero ¿Qué pasó en la historia? ¿Dónde encontramos la ruptura de ese plan originario? Una vez más tenemos que ir a la sagrada escritura especialmente y también recoger algunas fuentes extra bíblicas.

La fuente bíblica en el libro del génesis capítulos 2-3 nos habla de la creación de todo el universo, la creación del hombre en amistad con Dios, del pecado original cometido por nuestros primeros padres y que lo heredamos de generación en generación. Todo ser humano tiene un daño en su propia naturaleza, sea de la cultura, condición que fuere. Echemos una mirada esta vez al salmo 50:
3Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
4lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
5Pues yo reconozco mi culpa, 
tengo siempre presente mi pecado:
6contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
7Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre”.
·         Por otro lado, Las fuentes extra bíblicas constata ese desajuste orginal. Fijémonos en una muy lejana (del siglo XVIII a. C.) y me refiero al código de Hammurabi[1], en uno de sus mandatos dice: “Si el dueño de la cosa perdida no ha llevado los testigos que conozcan la cosa perdida: Es culpable, ha levantado calumnia, será muerto”[2].  Un testimonio muy cercano los preceptos incaicos: “Ama llulla, ama sua, ama quella”.
·         La literatura moderna, especialmente del siglo XX tiene como un tema eje la presencia del mal.

En todas estas fuentes constatamos lo nocivo que es el mal para la persona, la sociedad, el universo. Por tanto, para salvaguardarla hay que formular leyes.

Para una definición del mal
¿Cómo podríamos definir el mal? El mal es ausencia de bien. Existe en relación al bien, cuando ya no está, es carencia. En términos filosóficos sería no ser, no perfección. Entonces ¿quién creó el mal? Dios es suma bondad, bien, amor y belleza. De tal modo que Dios no puede ser el autor del mal, pues es privación de lo que aspiramos. Podemos clasificar esta ausencia de dos maneras: el mal físico y el moral.  Nuevamente nos preguntamos ¿cuál es el origen del mal?  Está en el pecado. El mayor mal que existe es el pecado.

El pecado es una ofensa a Dios: puede ser cualquier pensamiento, palabra u obra contraria a la ley eterna de Dios. Es una afrenta al amor verdadero a Dios y al prójimo a causa de un apego perverso a ciertos bienes[3].

Esa ruptura originaria se acecha en cuatro dimensiones:
·         Con Dios
·         Con los demás
·         Con la naturaleza
·         Consigo mismo

Después de ese algo que pasó en los orígenes no hay creatura perfecta sobre la tierra. No existe el hombre perfecto. No es posible. Está curado por el bautismo, pero las cicatrices permanecen. Sólo Cristo es el perfecto Dios y perfecto hombre. En efecto el salmo 45 hace una profecía de Cristo cuando dice: “Eres el más bello de los hombres, de tus labios fluye la gracia, porque Dios te bendice para siempre[4]”.

Las películas, las series nos presentan figuras super héroes pero ni siquiera eso. Por ejemplo de Dragon Ball para llegar a Super saiyeyin 4 debe transformarse en un Osaru Dorado.

En definitiva, la causa del mal del ser humano está en el pecado y el rechazo libre del hombre al plan de Dios. Mientras no aceptemos esto será difícil buscar la solución.

La cultura contemporánea se caracteriza por la ausencia, el eclipse de Dios.


DIMENSIONES DEL MAL:
La presencia del mal lo vemos de la siguiente manera:

1.    El mal que afecta personalmente

No percatamos que se dan las siguientes versiones:
·         El yo como autor del mal
·         El padecer el mal
·         El mal es más duro cuando afecta bienes más altos y se relaciona con la persona de modo muy personal, en su propia intimidad:
o   La conciencia
o   La confidencia
o   El sentimiento
o   La sexualidad
o   La familia, la amistad

·         A estos se le puede considerar como los más personales y cuando se dañan estos aspectos el drama es más fuerte (muerte). Es muy distinto que vas por la calle y te roben el teléfono que alguien te calumnie. Son realidades muy distintas.
·         El problema es que no tenemos valentía para afrontarnos a nosotros mismos y ser conscientes que a veces estamos navegando en el mal en sus distintas versiones.

2.    El mal histórico.
Esta versión del mal se toca con las propuestas ideológicas, conflictos, guerras entre familias, tribus, pueblos y países o continentes.
La lógica es siempre la dialéctica entre ricos-pobres, antiguos-modernos, derecha-izquierda, creyentes-ateos, etc.

3.    El mal en la naturaleza
Un terremoto, una pandemia, desastres naturales.  Es verdad que son atribuciones de la naturaleza, pero mucho tiene que ver el hombre.

En conclusión, sobre la primera veamos:
1.    El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. En los orígenes fue amigo y en plena comunión con él.
2.    El pecado original dañó la condición creatural (paz y armonía) y causó cuatro rupturas: con Dios, con los demás, consigo mismo, con la creación.
3.    La causa de todos los males es el pecado.
4.    Constatamos la presencia del mal de diversas maneras: lo padecemos, como también somos autores.
5.    Entonces necesitamos sanación, necesitamos la medicina. No podemos vivir rotos, destrozados. Necesitamos una mano que nos cure.


Visto este panorama oscuro, complejo y duro pasemos a la segunda parte.




SEGUNDA PARTE: NECESIDAD DE LA LIBERACIÓN, EL PERDÓN.  Parábola del hijo pródigo.

El panorama que hemos presentado antes nos reclama la solución. No podemos estar en ese valle de lágrimas y oscuridad.

1.    ¿Qué es perdonar?
·         Olvidar [una persona] la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor
·         Rechazar los actos, no la persona.


2.    ¿Cómo perdonar?
·         Un gesto, una palabra, total de corazón, olvidar, purificar la memoría y propósito de hacer lo mismo.
3.    ¿Cuándo perdonar?
·         Siempre. Especialmente cuando no tengas razones para perdonar. Decimos “él o ella debe hacerlo, no yo”.

4.    ¿A Quién perdonar?
·         A los demás, a sí mismo

5.    ¿Cuáles son los frutos del perdón?
·         Paz



TERCERA PARTE: LA RECONCILIACIÓN Y PAZ


La cuestión es sanar las heridas que pueda haber causado el pecado en nosotros. La respuesta es el PERDÓN, la reconciliación. Solamente cuando se perdona y se es perdonado se puede reconciliar.

Demos una mirada al documento que convoca este año jubilar y dice: “Este jubileo extraordinario de la misericordia es tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes” (MV, 3).


“Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud de perdón” (MV, 3).
·         Confesión. Humildad, propósito y confianza.

“La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite del amor de Dios que perdona” (MV, 3).
·         Dios perdona todo, todo. Excepto la desesperación y presunción porque no queremos ser perdonados.

“En esta ocasión será una puerta de la misericordia, a través de la cual cualquiera que entrara podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza” (MV, 3).

Reconciliar quiere decir: hacer la unión, hacer las paces, reunificar ¿pero cómo?
Perdonarse-perdonar-ser perdonado. 

La consecuencia de todo esto es la paz, cultura de paz.


Anécdota: avión turbulencia.

Providencia, cuidado. El mejor padre.

Muchas gracias.

P. Arnaldo Alvarado S.
SSJ-IESPSJ



[1] El Código de Hammurabi, creado en el año 1728 a. C. (según la cronología media) por el rey de Babilonia Hammurabi, es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados en la antigua Mesopotamia y, en breves términos, se basa en la aplicación de la ley del Talión. Unifica los códigos existentes en las ciudades del imperio babilónico.
[2] Código de Hammurabi, Ley 11.
[3] CEC, 1849-1850.
[4] Salmo 45, 2.

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