Amigo ¿Cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? (Mt 22,
1-14). Con estas palabras el Señor nos explica que al reino de Dios están
invitados todas las personas de todos los tiempos. En efecto, quienes hemos
recibido el bautismo ya lo tenemos como herencia.
En este pasaje del evangelio hay un detalle importante.
Todos han sido invitados por rey a la celebración, pero los ciudadanos no dan
la importancia debida. Cada uno va a sus asuntos.
Este el gran problema de nuestros tiempos. Dejamos para
después temas importantes: perdón, ser perdonados, oración, la caridad, el
trabajo bien hecho, tiempo de la familia, cortar una dependencia o persona que
no te conviene, dejar los vicios.
El peligro es dejarse llevar por los caprichos. Esto implica
que aquello que domina es el antojo con la gravedad de dejar lo realmente
valioso. Así el mal uso de la libertad antes que ratificar nuestra personalidad
la deteriora y terminamos despreciables a los ojos humanos y de Dios.
Nos toca hacer que el reino de Dios crezca en cada uno y en
la sociedad con la buena respuesta que se puede dar en la familia, en el
trabajo, con la coherencia de vida. El cristiano no lo tiene fácil. Necesita ir
contracorriente. Pero aquella semilla tiene que crecer.
¿Te propones dejar la superficialidad para dedicarte a lo
importante? ¿Das importancia a los temas de tu fe o dejas para después? ¿Cuánto
valoras el reino de Dios? Pues en esta vida estamos de peregrinos, la vida definitiva
está más allá.
P. Arnaldo Alvarado
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