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viernes, 14 de julio de 2017

Siete maneras prácticas de entender la educación

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Cuando hablamos de educación nos falta tiempo al exponer las razones del acierto o fracaso. La filosofía en el Perú ha tenido relevancia desde los inicios de establecimientos de centros académicos a partir del siglo XVI. He tenido la fortuna de encontrar la obra de Luis Felipe Alarco. Me ha parecido realmente impresionante la lucidez de su pensamiento y aún más el aporte que podría brindar para entender y hacer que la educación en el Perú cobre esperanza.

Con frecuencia atribuimos los logros y deficiencias de nuestra educación peruana a los docentes, es decir, a quienes se dedican al trabajo educativo. Pero esa visión es parcial. Nuestro filósofo en su obra Lecciones de filosofía de la educación, nos abre ventanas para obtener bocanadas de respiro y no desfallecer por la asfixia de las críticas en el intento de mejorar nuestra educación. A continuación, menciono las siete maneras de entender a los educadores y, por tanto, la educación, como aquella que configura la personalidad de otras personas.

  1. Hombres cotidianos. Todo ciudadano de la condición, cultura, credo que sea.
  2. Personas anónimas. Aquellos que están detrás de las pantallas y nos presentan la realidad en imágenes y pueden ser los periodistas, escritores, artistas.
  3. Los profesores. Quienes hacen de la educación una profesión, cuyo núcleo capital de su vida es educar.
  4. Los teóricos de la educación. Los diversos pensadores y gestores del conocimiento, particularmente aquellos dedicados a la investigación. La búsqueda de unidad e integración de los saberes puede ser la clave para el desarrollo y es la tarea pendiente.
  5. Las personalidades de la época. Influyen con su vida; si son buenas fortalecen la tarea educativa, si son malas dificultan. Por naturaleza somos imitadores.
  6. Personalidades de la historia.  Que se rememora en las celebraciones cívicas y religiosas. Es importante que conozcamos quienes nos precedieron y recordemos sus aportes a la sociedad.
  7. Grandes maestros. Particularmente quienes trascienden el tiempo y la cultura. Ellos son Jesús, Buda, Sócrates. Evidentemente cuánto más se considera el valor concedido al ser humano la ruta maestra trazada es mejor.
Según la lista son los primeros cinco quienes influyen en los resultados de nuestra educación. Esto significa que si queremos mejorar la educación que se tome en serio cada uno en la situación que esté. No gastemos más tiempo en discusiones prolongadas cuando tenemos una solución en nuestra propia casa. Convencernos y persuadir son tareas pendientes. La manera de educar cambiará cuando cambie yo y cambies tú.

P. Arnaldo Alvarado

arnaldo.alvar@gmail.com

miércoles, 5 de julio de 2017

Persona y educación para una vida lograda

Una vida lograda

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Hay una realidad humana tan cercana y necesaria para todos: la educación. Éste medio ha sido el único camino que lleva a perfeccionar las potencias del hombre y de los pueblos. Por ejemplo, piénsese en las polis griegas, las culturas antiguas, el cristianismo, etc. Todos fueron conscientes de la necesidad de formación. Pero ese desarrollo anduvo de la mano de dos aspectos: qué se entendía por educar y cómo se entendía al educando. En definitiva quién es la persona. Educar es una tarea perenne e irremplazable que puede hacer el hombre. Todos necesitamos educarnos y educar a otros. 
Podemos decir que la educación “es el conjunto de acciones y de comportamientos dirigido a promover el desarrollo de la persona humana, que atiende a las múltiples dimensiones de la vida del hombre (física, moral, social, intelectual, religiosa), y que tiene como meta la realización cada vez más plena de la conciencia y del dominio de sí mismo, junto con la capacidad de comunicar y cooperar con las demás personas”. Esta nos parece una definición real e integral.
Educar es el acto más humano que tenemos los hombres y sólo nosotros. Los animales son adiestrados e instruidos; no obstante, el hombre es único educable y educado. Entonces es cultivado cuando es educado (tiene buenos modales). Se trata de educarnos y educar a los demás. Pero la educación más que mera transmisión de conocimientos es una creación de hábitos intelectuales y morales para una vida lograda y convivencia pacífica.
La teoría de Rousseau propuesta en El Emilio no encaja con la realidad humana. Según el ilustrado francés el hombre goza de una bondad natural y que necesita una mera conducción aislada. Ante este planeamiento hay que decir que la educación responde a la capacidad natural del hombre de ser social por naturaleza. Para educarse necesita de los demás, jamás un hombre se desarrolla aisladamente. Los otros y especialmente la familia ayudan al desarrollo del hombre. Me gustaría señalar que en la educación según la concepción moderna tiene, al menos, dos peligros en el campo educativo: por un lado, parcializar y fragmentar la educación; y por otro, reducir y depositar toda la tarea educativa a las instituciones públicas o privadas con fines de eficiencia.
Primero, con respecto a la fragmentariedad educativa diremos que ésta tiene lugar a partir de épocas remotas. Históricamente podríamos ubicarla en el siglo XIV; aquí inicia los nuevos modos de ver el mundo, el hombre, la sociedad. El hombre se preocupó más por dominar la naturaleza para controlarlo. El acento más fuerte de una educación parcializada o fragmentaria fue el siglo XVIII y XIX, cuyas consecuencias aún no hemos superado. Este modo de entender la educación fue impulsada por diversas teorías educativas con acentos naturalistas, fisicistas, conductistas, dialécticas, positivistas, deterministas.
La educación fragmentaria tiene como lema: eduquemos para la utilidad, para la eficacia, sin saber quién es el educando y sin tener clara la finalidad de la educación: creación de hábitos buenos. Se trata de hacer esfuerzos con objetivos de lograr soluciones inmediatas y siempre útiles a distintos niveles y edades. Se busca lo más rentable, tiene prioridad la metodología y la técnica antes que el sujeto educativo. Por ejemplo, según esta línea lo más importante es pensar en el ingreso al siguiente nivel del estudiante (generalmente la universidad, acceso a un puesto laboral); es decir, rige la competencia por la competencia.
Asimismo, están condicionados por factores indicadores externos que hay que superar. La meta es el ingreso o la conclusión de algo simplemente. Así la medida del resultado está fuera del educando y no a la interioridad o hábitos; o mejor, la persona no tiene el protagonismo y la primacía que se merece. No se busca la vida lograda, sino logros. No puede sorprendernos que mucha gente es competente en sus campos de acción, pero vacíos de contenidos interiores, ideales nobles, poco afán de trabajo en equipo por causas comunes justas. Así lo humano se minusvalora a la lógica técnica.
El segundo peligro es pensar que educar y ser educados debe ser tarea exclusivamente de la institución educativa (escuela, colegio, universidad, ONG). Según esta visión los únicos encargados de la educación serían los profesores y/o responsables. De tal modo que en la casa (la familia), los amigos, los miembros de la sociedad, la diversión no entraría en el rubro educación. El panorama que se asoma en este camino es tecnificar la educación.
La gran aliada de la tarea formativa es la familia. O es que ¿acaso los profesores muchas veces no se quejan del conflicto entre la escuela y la casa? Por ejemplo, en el colegio se trabaja en lograr competencias (orden, responsabilidad, generosidad, respeto) y en la casa o calle se deshace con la actitud negativa de los papás y vecinos. Si los elementos del proceso educativo (familia, sistema educativo, sociedad, política) están disociados todo se complica. Con la división no se puede construir.  
En conclusión, se trata de entender que la educación tiene como finalidad la adquisición de virtudes y hábitos buenos: intelectuales (cognoscitivo, teórico) y morales. Se busca cosas buenas para todos los tiempos. Esto hace que una persona tenga una vida lograda y cultivada. Entonces ser educado es aquél que adquiere las virtudes y hábitos buenos, además sabe obrar bien. Aquí la persona es protagonista de su formación. Para ser más claros éste es el camino hacia una educación integral. Es considerar que todas las áreas educativas son necesarias y urgentes para todos los tiempos. No se puede excluir las humanidades en los diferentes niveles educativos.
Por otro lado, todos los factores educativos, pero especialmente la familia, son imprescindibles para los éxitos en la educación. Se debe prestar más atención a la familia. Ella es el camino para el desarrollo humano personal y social. Es la primera educadora integral de la persona.

P. Arnaldo Alvarado
arnaldo.alvar@gmail.com

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