Del evangelio según
san Mateo 6, 19-23.
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: No amontonen tesoros en la tierra, donde la
polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Amontonen tesoros
en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roan, ni ladrones que
abran boquetes y roben.
Porque donde está
tu tesoro, allí está tu corazón.
Jesús nos invita a
ser realistas. Estamos de paso por este mundo. Tenemos una misión, allí donde
Dios te ha puesto. El corazón humano está hecho para amar. Esto quiere decir,
hacer y hacerse el bien incluso aunque parece que las fuerzas faltaran.
En este pequeño
pasaje bíblico hay como tres pasos para poner el corazón en el verdadero tesoro.
Vamos a recorrerlos. Tendríamos que empezar desde el fin, que es lo que mueve
todo lo demás.
Primero, ¿Dónde
tienes puesto el corazón? ¿Cuál es la meta más importante de tu vida? ¿Cómo
pones en marcha tus acciones en esa búsqueda? En efecto el corazón aspira
aquello que está más allá de esta vida. Pon el corazón en Dios, las cosas buenas,
las metas generosas.
Segundo, entonces
se trata de poner el corazón en el Cielo, esto es, en lo bueno, justo y bello. Porque
el Cielo está donde Jesús se encuentra. Jesús no impide trabajar, ganar,
triunfar, sino de poner el corazón en alguien cuyo bien es más alto. Es
necesario mejorar la calidad de vida, ir progresando como persona, como
familia, como empresa, institución y sociedad, avanzar en los estudios, mejorar
los talentos. Pero siempre con orden.
Recuerda que todo
lo que consigas para esta vida es para ayudarte a vivir mejor y así puedas
ayudar más a quienes sea posible. El dinero, las riquezas, los honores son
medios e instrumentos para hacer mucho bien, pero no es el fin último. Las
cosas materiales cubren necesidades, conceden bienestar, pero no satisfacen la
aspiración del corazón humano.
Tercero, Jesús nos
advierte del peligro de la avaricia, la codicia y la vanagloria. Esos caminos
pueden llevarnos a un infierno que si no se rectifica, cada vez es más frío y profundo.
Puesto que, la tristeza, las comparaciones y los agobios dominan el corazón.
En definitiva,
agradece, fructifica, orienta y multiplica los dones y beneficios que hayas
recibido haciendo y haciéndote el bien. Allí está tu tesoro, en que te haces
bueno y encuentras gozo y paz incluso en la ausencia de medios de subsistencia.
P. Arnaldo Alvarado